Oyendo al sacerdote argentino, Eduardo de la Serna, profesor de teología y asesor en la Asamblea de los obispos en Aparecida, se hace evidente que hay una Iglesia vital, en búsqueda, para la que todo no está dicho porque, la realidad cambiante demanda más explicaciones de lo dicho, o nuevas aplicaciones; por tanto es como si para el creyente hubiera todos los días el deber de encontrar y comulgar con la verdad que se debe aplicar en el ejercicio de la fe.
Esta perspectiva, de una inconfundible dinámica, contrasta con la pasividad de cadáver, o suspensión del juicio, que fue y sigue siendo característica de una forma de creer en que el creyente se convierte en un peso muerto, que ha renunciado a compartir con los demás la búsqueda de las explicaciones y aplicaciones de su fe.
Hay verdades que cada creyente debe encontrar; fue la gran razón del Vaticano II, que no se hubiera reunido si se hubiera aceptado, sin más, la idea de que todo estaba dicho y de que nada más había que agregar.
Hoy se corre el riesgo de que en vez de búsqueda, se imponga la pasividad bajo el nombre de obediencia; pero también es posible el dinamismo sujetivo de quien avanza solo en busca de lo que más le gusta.
En la entrevista que aparece en esta edición, Eduardo de la Serna deja planteadas preguntas que requieren una respuesta. Por ejemplo: ¿qué predomina en las ardientes polémicas sobre la adopción por las parejas gay? ¿O sobre al aborto, o sobre crisis ministerial? ¿Por qué parece ser más importante la institución eclesial que el amor de Dios en el mundo?
Al recordar el episodio que documenta en su página de internet, nuestro entrevistado denuncia la intervención de funcionarios de la curia romana que alteraron textos aprobados por el episcopado latinoamericano en Aparecida: ¿tiene algún fundamento disciplinario o doctrinal esa intervención?
Son hechos y preguntas que estimulan y alimentan un diálogo del que necesariamente debe salir una más clara comprensión de la relación del hombre con Dios dentro de la Iglesia. VNC
