Editorial

La fuerza de Francisco

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su paso el Papa deja aplausos, lágrimas de felicidad, elogios, pronósticos optimistas y sonrisas. Es un misionero de la felicidad y la esperanza en un mundo triste y desesperanzado.

El sociólogo Alejo Vargas compara su influencia hoy en Cuba a la que tuvo el Che Guevara: “coloca a la Iglesia como uno de los referentes más importantes del mundo” (El Espectador 20-09). Un experto, José Manuel Vidal, se atrevió a pronosticar que será muy difícil (a los republicanos) frente a la presencia de Francisco “continuar en su línea intransigente (del bloqueo comercial a Cuba). Si a Juan Pablo II se le atribuyó parte del derribamiento del muro de Berlín, a Francisco ya se le mira como el que hará desaparecer el muro del Caribe”. “Es un regalo del cielo tener hoy al Vaticano como mediador”, anota el internacionalista Fernando García. Todos estos hechos los resume la expresión poética de quien le atribuye a Francisco el poder de su santo inspirador: el que amansaba los lobos y hacía callar a las urracas.

¿Cómo lo hace? Es la lógica pregunta que hoy se hacen con cierto desespero los que daban por seguro el colapso de la Iglesia, sacudida por curas pederastas, cardenales banqueros, obispos y curas con aire de príncipes, la secularización contundente como un tsunami y la salida del closet de todas las variedades del ateísmo. En un ambiente así, ¿cómo lo hace? Se pueden mencionar distintas claves, no todas, ni necesariamente las que son, pero son las que descubre quien convierte los gestos y palabras de Francisco en motivo de reflexión. Pasa lo que a los evangelistas con las acciones y palabras de Jesús: tuvieron que poner su mejor esfuerzo para interpretarlas.

La primera clave la da una expresión que Teilhard de Chardin hizo inscribir en una medalla que él mismo diseñó: “Todo lo que asciende, converge”. El ascenso, progreso, desarrollo, o avance es un movimiento hacia arriba que va paralelo y simultáneo con la convergencia. Esta es una palabra que en la cultura digital equivale a encontrarse para complementarse.

Francisco sale para encontrar; se encuentra en la calle de las ciudades como Iglesia en salida, que es el término que usa para hablar de acompañar al mundo de hoy; así lo han sentido todos los que iban y venían con iniciativas, estudios y movimientos ambientales, al leer Laudato si’, ese acompañamiento a todos los que se preocupan por la casa común; al acompañarlos, al converger, el Papa convierte lo ambiental en un asunto teológico. Convergiendo, eleva.

Lo sorprendente es que esa convergencia arranca desde los pobres; y esta es otra clave de la fuerza del Papa. Su fijación en los pobres y débiles del mundo hace ver las miserias de una cultura que se cree fuerte porque se apoya en la tecnología y en el dinero, pero no en la solidaridad. Al mismo tiempo descubre que hay unas riquezas propias de los pobres, y una pobreza, miserias más bien, de los ricos, temas que han inspirado a sociólogos, economistas y políticos, sobre todo a éstos.

En boca de Francisco y con la fuerza complementaria de su ejemplo la preferencia por los pobres logra una convergencia que eleva. La opción preferencial por los pobres no se queda en el discurso y asume el talante de un modo de vida. Una proclama con vida en una convergencia que eleva.

Aún hay otra clave que explica la fuerza de Francisco. No ha hecho desaparecer la justicia de Dios, ni al viejo Dios-Juez, pero los ha subordinado a la imagen de un Dios-Padre en quien predominan la misericordia y la ternura.

Es un discurso que suena como una revelación; después de una catequesis dominada por un lenguaje de jueces implacables y de castigos imaginados por inquisidores, Francisco maneja las palabras misericordia y ternura con una frecuencia semejante a la de una muletilla, y encuentra un eco agradecido en las conciencias abrumadas por el desmedido uso de las palabras pecado, culpa e infierno. Así, Francisco busca la línea de convergencia con hombres tan distintos como Raúl y Fidel a quienes recuerda lo de servir a los otros o servirse de ellos: “si un líder quiere ser líder él solo, es un tirano. Si no siembran liderazgos en los demás, son dictadores”.

El diario comunista Juventud Rebelde lo confiesa: “las palabras de Francisco suenan cercanas a un pueblo que sabe estar con los brazos abiertos”.

Y cuando habla al mundo del dinero y de la tecnología converge: “estáis creando vuestra destrucción y la de los que vendrán”.

Uno suma estos y otros elementos subrayados en las palabras y acciones de Francisco y cree ver allí la respuesta al cómo lo hace. Se hubiera podido ahorrar uno tantas disquisiciones solo con responder que lo hace como lo hace porque actúa a la manera de Jesús.De san Francisco de Asís se dijo que nunca un hombre se pareció tanto a Jesús como él. Algo semejante se puede afirmar de Francisco, el de nuestro tiempo: nunca un Papa había hablado y actuado de modo que transparentara con tanta fidelidad el Evangelio. De ahí su fuerza.