Editorial

La cuna de un diseño universal de amor

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Publicado en el nº 2.725 de Vida Nueva (del 16 al 22 de octubre de 2010).

La Asamblea del Sínodo de los Obispos para Oriente Medio comenzó sus trabajos, que durarán hasta el próximo 24 de octubre. Participan 185 padres sinodales, en representación de casi seis millones de católicos de la zona, y otros invitados, entre los que figuran un rabino, del Comité Hebraico Internacional, el consejero sunita del Gran Muftí del Líbano y un ayatolá de Teherán. Una cita en la que los participantes, como dijo el Papa en la homilía de inauguración, celebrada en la Basílica de San Pedro el pasado domingo día 10, son llamados a reflexionar sobre el presente y el futuro de los fieles de Oriente Medio, concentrándose en los aspectos propios de sus misiones. Un Sínodo que no debe ignorar, sin embargo, las problemáticas políticas, económicas y sociales de aquella zona.

Este planteamiento tiene en cuenta a estas tierras como la “cuna de un diseño universal de salvación en el amor, un misterio de comunión que se realiza en la libertad; por eso pide a los hombres una respuesta”, dijo también el Papa. Junto a este reconocimiento, el Sínodo ha de servir para profundizar en la “comunión y testimonio” de la Iglesia en aquella conflictiva religión del mundo, atravesada aún por  dolorosas heridas abiertas. A través de los siglos, esos lugares han atraído multitud de peregrinos y, también, de comunidades religiosas, masculinas y femeninas, que han considerado un gran privilegio vivir y dar testimonio en la tierra de Jesús. Éste es uno de los avales importantes para el reconocimiento de una vieja y rica realidad eclesial.

Sin embargo, y no obstante las dificultades , esos cristianos necesitan previamente ejercitar un derecho humano fundamental: poder vivir dignamente en la propia casa. Por eso es necesario favorecer condiciones de paz y de justicia, indispensables para un desarrollo armonioso de todos los habitantes de la región. En esta tarea han de contribuir todos: la comunidad internacional, sosteniendo un camino constructivo hacia la paz; las religiones, mayoritariamente presentes en la región, promoviendo los valores espirituales y culturales que unen a los hombres y excluyen todo tipo de expresión de violencia, como pidió el Papa. Entre todos han de crear unas condiciones de libertad indispensables.

Coincidiendo con este Sínodo, los obispos de la Unión Europea, como recoge también Vida Nueva, han lanzado un dramático llamamiento a los gobiernos para que cese la persecución religiosa. Los cristianos son hoy, en el mundo, los más perseguidos. En este sentido, es precisamente en estos países, que constituyen el arco de la cuna de las tres religiones monoteístas, en donde los cristianos sufren especial virulencia en la persecución. El Papa, en reiteradas ocasiones, ha pedido a los gobiernos un apoyo en la defensa de las libertades religiosas. Explícitamente lo ha hecho, dos días antes del inicio del Sínodo, al presidente francés Nicolás Sarkozy durante la audiencia que le concedió a petición del dirigente galo.

La Iglesia universal tiene este compromiso para con las Iglesias asentadas a lo largo de la historia en esta zona del mundo, pero también ha de aprender de ellas la fortaleza en la persecución, su riqueza litúrgica y el reconocimiento de su gran tradición. En la tarea del ecumenismo, estas Iglesias, algunas de ellas de rito oriental, ayudarán a establecer puentes de diálogo para que la unidad sea una realidad.

La celebración de esta importante Asamblea sinodal en Roma, aunque pueda parecer lejana a las Iglesias occidentales europeas, no debería pasar desapercibida por la mucha riqueza que entraña una visión más universal de la misma Iglesia.

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