Editorial

La cultura que nos hace daño

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Fue lo más positivo de la Cumbre sobre Desarrollo Sostenible Rio +20: entre las numerosas y variadas intervenciones presidenciales, sólo una pareció tener importancia: la del presidente de Uruguay, José Mujica. La destacaron los medios, la comentaron los columnistas, fue recibida con aplauso unánime.

¿Por qué? ¿Porque descubrió la pobreza de la cultura que hemos llegado a construir?

Sería el tema más saliente de esta intervención y de ser así, este antiguo guerrillero tupamaro habría puesto el dedo en una llaga que comienza a doler. El mundo quiere un cambio cultural, porque la cultura forjada hasta ahora le está haciendo daño al mundo.

Por ejemplo, dice el uruguayo: “¿es posible hablar de solidaridad en una economía basada en la competencia despiadada? ¿Hasta dónde llega nuestra fraternidad?” Denuncia Mujica: “Vinimos a la vida intentando ser felices, porque la vida es corta y se nos va, pero si la vida se nos va a escapar trabajando, ¿trabajando para consumir? Ese hiperconsumo es el que está agrediendo el planeta”.

Alcanza un tono de profeta bíblico al afirmar ante los jefes de Estado y cancilleres del mundo: “ pobre no es el que tiene poco, sino el que necesita infinitamente mucho y desea más y más. Esta es una clave de carácter cultural”. Una a una van cayendo las que se creían las conquistas culturales de la humanidad, hasta llegar a las crisis del agua, de la agresión, o del medio ambiente. Frente a ellas Mujica acusa: “la causa es el modelo de civilización que hemos mantenido y lo que tenemos que revisar es nuestra forma de vivir”.

El Financial Times, que podría mirar al otro lado en cuanto a estos asuntos, se ve obligado a examinar la realidad económica de hoy, también desde el aspecto cultural: la de hoy es una cultura que tiene que ser replanteada.

Comentando el último escándalo, el de la manipulación de la tasa Libor, su columnista John Gapper lo dice sin atenuantes: “el escándalo Libor echa abajo una ética que antes se consideraba aceptable y tradicional”. Esa ética le cedió el paso a una cultura de la mentira puesta al servicio del interés propio: “esos banqueros de inversión que están dirigiendo los bancos universales, simbolizan la cultura inclemente de los corredores de valores”. Se llegó a ese erial ético, a esa indigencia de valores humanos, a través de una cultura en la que “la bondad no se tenía en cuenta en las transacciones comerciales. Sencillamente esas transacciones eran favorables o no”, según afirma Michael Lewis en “Poker de mentirosos” sobre la firma de corredores pioneros en los ochenta, en cita de Gapper.

Se entendía que la búsqueda del interés propio era saludable, como principio de una amoralidad feliz de los pequeños bancos. Hoy esa cultura alcanza una inesperada legitimación cuando esas prácticas aparecen en “bancos de inversión demasiado grandes para fracasar y en los que el comportamiento inmoral hace parte de su cultura”.

Como si se tratara de un virus maligno, es una cultura que penetra y domina al común de las personas para quienes la búsqueda del interés propio por sobre todas las cosas, se ve como una actitud digna y saludable. Así se ha levantado el mundo cruel y sin  alma que denunciaba el presidente uruguayo.

El hecho plantea un reto de enormes dimensiones a todos los creadores y agentes de cultura, desde el padre de familia, maestros, pastores, periodistas hasta las  instituciones educativas. Un mundo como el que hemos construido, dominado por esta cultura, no es el mundo que queremos. Por tanto, la cultura tiene que cambiar

El comienzo de ese proceso se daría cuando, conscientes de su precariedad, las gentes de hoy se aplicaran al trabajo de detectar y denunciar las debilidades y daños de esa cultura. Sobre esas ruinas se podría construir una nueva cultura, la que parece entrever el presidente Mujica y la que echan de menos, por ejemplo, las víctimas de la manipulación de la tasa Libor en el mundo. A ellos tendrían que sumarse todos los que han visto degradada su vida por la cultura despiadada del consumo y de la ganancia y de  la ley del más fuerte. VNC