Editorial

La corrupción corruptora

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Si un hecho vale más que mil discursos, ¿de qué servirán todos los sermones sobre honradez, respeto de los bienes ajenos, prioridad del bien público sobre el privado, si el hecho repetido es el del éxito de los contratistas ladrones?

Sume usted a ese, otros hechos:
•    El contratista que, acusado, espera en el exterior a funcionarios de la justicia que debieron haber exigido su comparecencia en los tribunales;
•    El contratista puesto entre la espada y la pared de las evidencias en su contra, que sin embargo discute las condiciones en la fiscalía;
•    El contratista que compra impunidad con la moneda de sus informaciones a la justicia;
•    El contratista que deja en evidencia que sin sobornos nadie puede obtener contratos.
Sume y tendrá que aceptar que un caso de corrupción se convirtió en un hecho corruptor porque el delito, hábilmente presentado por el delincuente y débilmente manejado por la justicia, apareció con la seductora conclusión de que el delito sí paga. Colombia salió mal librada no solo por la pérdida billonaria de dineros y de confianza sino porque se insensibilizó más frente a la corrupción. VNC