Editorial

Hablar de lo que hay que hablar

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“La difusión de contenidos pseudocientíficos relativos a la sexualidad genera mucha confusión. Hoy se habla apelando a medias verdades o verdades incompletas”. Con estas palabras define la licenciada Gabriel Mango la manera en que las jóvenes generaciones de nuestros días abordan el sexo, el amor, la sexualidad, la genitalidad. Todas acepciones particulares que hoy (y siempre) los adolescentes y jóvenes tienen en sus cabezas y que condicionan sus formas de relacionarse cotidianamente. “El tema suele presentarse disociando el concepto de sexualidad del concepto de vida y de amor. Por eso, el esfuerzo que hagamos para brindar información que sea verdadera desde los puntos de vista científico, ético y antropológico es indispensable”, sostiene.

Estas dos afirmaciones contundentes, de temas que a los adultos muchas veces nos incomodan fueron dados es el taller Educación para el Amor, que Ediciones SM organizó para los docentes que participaron del 53º Curso de Rectores que cada año lleva adelante el Consejo de Educación Católica de la Argentina. Un taller excepcional, claro y necesario que abordó una temática que aún muchos adultos –tantos docentes como padres, todos educadores, por cierto– no nos animamos a conversar (por ignoracia, por falta de información o por malas experiencias) con las generaciones que nos precederán.

“Tenemos que encontrar un camino seguro para superar los reduccionismos,
las medias verdades y la banalización de la sexualidad”

Porque –como decimos en Vida Nueva cada vez que tenemos la opotunidad–, la juventud no está perdida. Simplemente, como siempre le ha ocurrido a los jóvenes, necesitan quiénes los escuchen y quiénes los orienten por el mejor camino que los prepare para emprender una adultez sana, alegre y responsable. Fiel a su estilo, Mango expresa esta idea de manera más clara a los docentes que la escucharon: “Debemos educar integralmente a cada persona y generar algún aporte que contribuya al desarrollo de cada uno de nuestros alumnos como varones y mujeres plenos”.

¿Y dónde recae esta responsabilidad? Y la respuesta es obvia: en los adultos. Tanto docentes como padres (educadores absolutos de las pequeñas generaciones) deben ser concientes de la necesidad de posicionarse como referentes válidos y valiosos para nuestros chicos, desde el lugar en que estemos. Para esto, Mango da dos consejos muy prácticos que sería bueno poner en práctica cuanto antes: 1.- “Necesitamos acompañar a los chicos desde la empatía, la escucha comprometida, el diálogo interpersonal que genere espacios de encuentro e intercambio a partir de los cuales brindar orientación…”; 2.- “Tenemos que encontrar un camino seguro para superar los reduccionismos, las medias verdades y la banalización de la sexualidad”.

Para que todo esto sea posible, “se deben generar acuerdos, promover espacios, incentivar el diálogo escuela-familia” porque así se podrá “despertar el interés, animar, motivar y lograr un compromiso”.

Solo de esta manera será posible que alguna vez los adultos tomemos conciencia de la responsabilidad superlativa que tenemos de formar y de acompañar responsablemente a las nueva generaciones.