Editorial

Encuentran la partícula de Dios

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Daniele Hervieu Leger, es socióloga de las religiones y presidente de la Escuela de Altos Estudios de Ciencias Sociales en París. Ella confiesa su sorpresa al comprobar “el retorno y la expresión fuerte de la religiosidad, y el retorno de lo religioso a la escena pública”. Su afirmación contradice el pensamiento corriente sobre el declive de lo religioso. Había la idea, dice “de que lo religioso en las sociedades modernas estaba condenado a una decadencia irremediable”. Según la socióloga se han olvidado dos factores que explican el activo papel de lo religioso en nuestros días: “la incertidumbre ligada a la velocidad de los cambios y el fenómeno de las migraciones”. Así lo dijo en entrevista publicada en UN Periódico, de la Universidad Nacional.

Son afirmaciones consecuentes, en primer lugar, con el dato consignado por Jorge Wagensberg sobre las 100.000 religiones que ha habido a lo largo de la historia humana. Es una cifra que revela esa incansable búsqueda de lo trascendente y de la divinidad a través del tiempo, y a pesar de los cambios culturales de la humanidad. Explica esa persistencia en lo religioso, la afirmación de Durkheim: “la verdadera función de lo religioso no es hacernos pensar, sino hacernos actuar y ayudarnos a vivir”.
Darle un sentido a la vida ha sido, en efecto, una de las funciones de lo religioso, que deja de tener fuerza cuando el humano se resigna a una vida sin sentido. Agrega el sociólogo que “mientras haya hombres que vivan juntos, habrá entre ellos una fe común. La religión es una forma de expresión esencial de la condición humana”. Coinciden, en efecto, las crisis religiosas con las crisis de humanización. A una sociedad deshumanizada corresponde un desdibujamiento y opacidad de lo religioso, como si lo uno dependiera de lo otro.
Pero aún en tiempos como los nuestros, de racionalismos tardíos y de procesos deshumanizadores en marcha, lo religioso mantiene su vigor, como apunta la doctora Hervieu. Sorprende, por ejemplo, que en el lenguaje de los científicos, Dios se mira como la instancia a la que se recurre cuando la ciencia y la tecnología llegan a su límite.
En el gran Colisionador de Hadrones del Centro Europeo de investigación nuclear ubicado en Ginebra, hubo aplausos de victoria cuando, después de 48 años de enunciada, fue comprobada la teoría de Peter Higgs. Según él, anterior a los átomos, a los electrones, a los protones y a los neutrones, ¿qué hay? Aún queda por saber en dónde está el origen de su masa. ¿De qué están hechos esos trozos infinitamente mínimos de la materia? Su hipótesis fue la de los bosones, esa partícula que daría la masa a la materia. Los científicos acaban de hallar señales de ese trozo subatómico y lo denominaron “la partícula de Dios”. La que explica el origen de todo.
Pero más que la explicación física de la materia, lo que el mundo está echando de menos es ese producto de las religiones que es el recogimiento, el silencio, la contemplación que permiten a los hombres entrar dentro de sí y encontrar, allá en las profundidades del yo, a Dios; no como un producto de razonamientos, sino como término de la exploración en busca de lo bueno, de lo bello y de lo santo que se encuentra en el interior del hombre. Que es como el hallazgo de la partícula de Dios en la vida humana. VNC