Editorial

Encíclica sobre los pobres

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Todavía no está escrita pero su borrador se adelantó en la gira mejicana de Francisco.

Se movió desde Ecatepec hasta Chiapas y, a donde fue, llegó en busca de las periferias, en una clara afirmación de que pobres e indígenas son los privilegiados de Dios.

Hablando a obispos y sacerdotes en la catedral de ciudad de Méjico, reiteró su palabra sobre la necesidad de acercarse a las periferias, de trabajar con las escuelas y comunidades parroquiales. Su voz tranquila, de acento argentino, resonó en medio del silencio. Callaban, ¿sorprendidos?, ¿indignados?, ¿sumisos? Un día después el obispo de San Cristóbal de las Casas, Felipe Arizmendi, confesó: “fueron mensajes duros y fuertes, nos dio un buen revolcón a todos”. Francisco no ha transigido después de aquellos llamados de los primeros días de su pontificado a una vida pobre y sencilla.

Antes que suavizar el tono lo ha endurecido porque para él no es asunto secundario sino de fondo. Condición indispensable para una renovación.

Así lo dejó claro en aquella visita a la tumba de monseñor Samuel Ruiz, en Chiapas. En su momento este obispo fue mal visto por las clases altas que lo llamaron comunista. Para obispos y sacerdotes esa vida pobre y de entrega al servicio de los indios solo era demagogia.

Parte del homenaje de Francisco al obispo de los indios fue la autorización para que la celebración eucarística se hiciera en lengua Náhuatl.

El mismo mensaje transmitió la invitación papal al obispo de Saltillo, Raúl Vera, para acompañarlo durante toda la gira. La decidida acción pastoral de este obispo con las periferias de toda clase le ha valido traslados y agrias recriminaciones.

La acción pastoral comienza en las periferias

Para Francisco el viaje a Chiapas tuvo el carácter de regreso. Joven sacerdote, había visitado esta capital en 1969; desde entonces era claro para él que la evangelización comienza en las periferias.

Este borrador, redactado con hechos, continuó con otro personaje que habita en la memoria de los habitantes de Michoacán: el tata Vasco, un antiguo oidor que se hizo sacerdote y después fue consagrado obispo, servidor de los indígenas. Como al tata Vasco de Quiroga en el siglo XV, a Francisco en este milenio lo llamaron Tatic, que significa, en lengua indígena, padre; tal es la naturaleza y modo de su relación con los pobres, a los que señaló como maestros para el mundo de hoy. Fue en Chiapas donde dijo de los indios: “el mundo necesita su cultura de comunión con la madre Tierra”.

El lenguaje de Francisco en esta gira en la que pudo expresarse en español no siempre estuvo gobernado por el texto escrito. Se le veía cómodo e inspirado conversando con el auditorio, para desesperación de los modosos ceremonieros curiales. “No dejen dormir en un cajón de recuerdos el regalo del bautismo”; “el Padre nos espera para sacarnos la ropa del cansancio”, fueron imágenes y lenguaje propios de una buena predicación, que dejan a un lado las eruditas prédicas llenas de citas y de referencias de academia. A los pobres del mundo se les habla con el corazón en la mano y no con un volumen de teología.

El pastor de los pobres –otro aparte de esta encíclica– habla con libertad ante los poderosos. Lejos de la retórica oficial, las autoridades de Méjico lo oyeron hablar contra la corrupción, contra el narcotráfico y en favor de las víctimas que reclaman y esperan justicia. En contravía con el sentir del mundo clamó desde Ecatepec contra las tentaciones de la riqueza, la vanidad y el orgullo, con los que se niega o maltrata la dignidad de las personas, especialmente de los pobres a quienes duele, más que las carencias, “no sentir reconocida su dignidad”.

A la imagen conocida de Francisco a bordo de un modesto Renault se agregó la de su recorrido en un carrito de golf por el estadio de Morelia colmado por una muchedumbre jubilosa.

Con sus palabras y sus gestos, el Papa acaba de ratificar que una Iglesia pobre y sin poder es la que puede anunciar el Evangelio en el mundo de hoy. Todo un tema para una encíclica.