Editorial

El profetismo de los indignados

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Tiene el mismo espíritu de las obras de misericordia ese indignarse por los que no se indignan de puro resignados, y gritar contra la injusticia por los que se limitan a padecerla.

¿Será una acción duradera y consistente, o una moda? Es una pregunta con deseo. Políticos, gobernantes, gentes del Establecimiento, desean que sea una moda pasajera que apenas si será recordada en el futuro. Puesto que no aparecen líderes que garanticen su continuidad, puesto que la juventud es emotiva e inconstante, puesto que no emerge de entre los gritos una ideología que vertebre las protestas, el  pronóstico es que los indignados, como las tormentas tropicales, llegan, hacen ruido y pasan hacia el olvido.
Pero, por el contrario, los hechos en que se apoya el movimiento, permanecen y le dan aliento. En esos escenarios, mayoritariamente ocupados por jóvenes, se está poniendo en tela de juicio un modo de desarrollo que favorece un enriquecimiento sin límite y un crecimiento económico sin una finaldiad humana.
Los indignados ponen de manifiesto la crisis de una civilización y la necesidad de cambiarle las bases. Y lo más explosivo: igual en África que en Europa, o en América, el grito indignado proclama que la clase política no representa a los jóvenes.
Con un tono menos colérico, en París  se reunió el séptimo foro de la juventud de Unesco, con representación de 190 paises. “Vamos a terminar con las ideas de los ricos”, anunció uno de los jóvenes. Pero no solo esas ideas, sus prácticas son las que se juzgan por resultados como los 565 jóvenes muertos violentamente cada día en el mundo o la pobreza de 209 millones de jóvenes que sobreviven con menos de un dólar por día o los 515 millones que viven con dos dólares diarios, según datos de las Naciones Unidas. O el hecho escandaloso del desempleo general de los jóvenes que en el mundo es tres veces mayor que el de los adultos.
Es imposible ignorar las similitudes de estas voces indignadas con las denuncias de los profetas convertidos  en altavoces de Dios. Si es cierto que los pobres y los jóvenes han cumplido en la historia una función profética, el clamor de los indignados tiene mucho de profético.
Pudo ser otro capítulo de la indignación la Jornada Mundial de la Juventud en Madrid, con sus dos millones de participantes. Uno de ellos contó que el evento sensibilizaba hacia el hambre en Somalia e indignaba por las desigualdades remediables del mundo.
La JMJ fue otra forma de indignarse, pero unos u otros, aparecen como un signo de los tiempos, a la vez denuncia y toma de posición frente a un mundo y una civilización que a los jóvenes no les gusta.
Cualquiera sea el futuro de esta indignación colectiva, lo cierto es que  ha revelado lo que hay detrás de las máscaras, como en los tiempos de los profetas. VNC