Editorial

El pastor tras las rejas

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El sacerdote salesiano mejicano Juan Carlos Contreras y el hermano Ray Schambach están en la cárcel. El mexicano, condenado a 30 años de prisión en la cárcel de San Luís Potosí, por violación y asesinato; al hermano Ray lo condena la sala de decisión penal del Tribunal Superior de Cali a seis años de prisión por lavado de activos, según relata la columnista de El Espectador, María Elena Bonilla.

En los dos casos la justicia alega sus razones, mientras los dos religiosos y sus abogados proclaman su inocencia y las fallas del sistema judicial en México y en Colombia, que hacen pensar cómo las cojeras de la justicia ahora han alcanzado a religiosos, usualmente tenidos por encima de toda sospecha.

El hecho es que el infortunio de estos dos religiosos encarcelados, visto desde la pastoral ofrece unas inesperadas posibilidades.

En la entrevista con el padre Contreras, publicada en el # 56 de Vida Nueva Colombia, él plantea una de esas opciones pastorales: “no puedo renunciar a la esperanza y menos como sacerdote, pues debo animar a muchas personas que también están presas injustamente”. Ya hacia el final de la entrevista el diálogo fue interrumpido por un preso que gritaba: “padre, lo esperan en el locutorio”. Y él, con evidente alegría le comentó al reportero: “Me traen las cosas para celebrar la misa”.

Las obras de misericordia prescriben puntualmente: visitar a los presos, pero no contemplan lo de motivar la esperanza de los presos condenados injustamente y en el código de derecho canónico no aparece ese tipo de parroquia.

Parte de esa esperanza que difundirán el salesiano y el hermano, es la lucha del preso para demostrar su inocencia, la otra es la de blindar su dignidad contra la corrosión del régimen carcelario.

Los hechos han puesto a los dos religiosos ante el reto pastoral que significa mantener la esperanza en unas cárceles en donde al hacinamiento y los tratos brutales se suma la difícil convivencia entre criminales e inocentes. En efecto, detrás de las cifras dadas a conocer en estos días sobre la saturación poblacional de las cárceles colombianas se puede percibir la realidad escalofriante de los presos inocentes, que están allí porque una justicia apresurada, incapaz o de mala voluntad no cumplió con su tarea y siguen allí porque no tienen a su alcance recurso alguno.

Esta pastoral para los presos inocentes que ha asumido como misión el salesiano Contreras, amplía el alcance de la pastoral penitenciaria, solo que deberá ser ejercida de manera heroica. VNC