Editorial

El fruto amazónico

Compartir

Se cumplen doce meses de la publicación de ‘Querida Amazonía’, la exhortación postsinodal de Francisco que proponía algo más que una hoja de ruta para la Iglesia en uno de los balones de oxígeno más preciados y también más amenazados del planeta.



Pasado este primer tramo, atrás quedó la polvareda que se buscó levantar en torno a su publicación, buscando centrar el éxito o el fracaso del texto magisterial en cómo se significaría el Papa en relación a la cuestión de los viri probati, reduciéndolo a un pronunciamiento sobre el celibato sacerdotal. En realidad, a quienes alimentaron el debate no les preocupaba el desarrollo de los ministerios laicales como servicio al Pueblo de Dios.

Ni, mucho menos, la defensa de los derechos y el porvenir de los pueblos originarios. Sin embargo, el Papa escapó del cepo con la enésima decepción de quienes confiaban en que se enredara en la polémica y, con ella, su pontificado, pero también dejó en ascuas a quienes siguen esperando una reflexión alejada de postulados tan dicotómicos y oportunistas como abstractos.

Superado este bache inicial y con los focos mediáticos y doctrinales apuntando a otras cuestiones, lo cierto es que, un año después, la Iglesia que peregrina en Latinoamericana se ha adentrado en un ambicioso proceso para aterrizar ‘Querida Amazonía’. Y es que, las propuestas que se lanzaban en la exhortación eran mucho más que una mera aplicación regional del concepto de “ecología integral” que vertebra Laudato si’, o una materialización práctica de los sueños de un Papa latinoamericano.

Estado permanente de misión

Hacer realidad sus cuatro capítulos (o sueños) exigía asumir sin demora vivir en estado permanente de misión desde la inculturación de la fe en el continente, encarnando la sinodalidad eclesial desde una diversidad tan compleja como enriquecedora. Y, por supuesto, desde una inexcusable opción preferencial por los pobres.

Ni tan siquiera la pandemia, que golpe con dureza en estas semanas por la falta de medios para hacer llegar el oxígeno a la ciudadanía, ha logrado frenar el trabajo de pastores, sacerdotes, religiosos y laicos. Ahí está la creación de la Conferencia Eclesial Amazónica, un organismo que ya está poniendo en marcha sus diferentes comisiones.

De la misma manera, el coronavirus ha puesto a prueba también el compromiso de los católicos sobre el terreno en los nueve países amazónicos, reforzando los programas de alimentación, salud y capacitación de indígenas, a quienes, ni mucho menos, se les ha abandonado a su suerte.

Y todo, con la confianza de que la Amazonía es tierra que da fruto abundante cuando se sabe sembrar, navegar, cuidar y proteger sin hacer ruido en exceso. Como el Evangelio.

Lea más: