Editorial

Citas pascuales para sacerdotes y religiosos

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Publicado en el nº 2.702 de Vida Nueva (del 10 al 16 de abril de 2010).

Es Pascua. La vida religiosa y el sacerdocio serán protagonistas estas semanas por celebrarse sendos encuentros para profundizar en estas realidades eclesiales. El Instituto de Vida Religiosa de Madrid celebra estos días la 39ª edición de la Semana Nacional de Vida Religiosa bajo el lema: La casa de todos. Comunidad: misión y morada. Por otro lado, la Universidad Pontificia Comillas celebra en breve también un importante congreso con motivo del Año Sacerdotal: El ser sacerdotal: fundamentos y dimensiones constitutivas. Dos realidades, la Vida Religiosa y el sacerdocio, a estudio en estos días de Pascua. Ambos eventos reunirán a un buen número de personas consagradas para reflexionar sobre su identidad y misión en esta hora complicada de la historia de la Iglesia y del mundo. Los programas de ambos eventos están cargados de significatividad y pretenden ser una valiosa aportación a las tareas de ambos ministerios.

La Vida Religiosa, denostada injustamente hoy no sólo por instancias extraeclesiales, sino también en algunos foros de un modelo de Iglesia que busca erigirse como la única, necesita, como todos, un replanteamiento de su identidad y misión, pero también necesita de la oración, el diálogo, el compromiso compartido, para seguir siendo el testimonio de los “valores del Reino” no sólo ante el mundo, sino también en el seno de la propia Iglesia. Cuando más arrecian los nubarrones, más resalta en el panorama el testimonio de tantas vidas entregadas en cada uno de los carismas que enriquecen la vida de la Iglesia. Pascua es un momento no sólo para el estudio de su identidad, sino también para el aliento mutuo y el compromiso compartido.

Y lo mismo sucede en el sacerdocio ministerial. El sacerdote encuentra en la Pascua uno de los momentos claves para renovar su compromiso y vocación en la Iglesia y en el mundo. Hoy, más que nunca, cuando se pretende por muchos lugares poner en cuestión el sacerdocio mismo, más que las grietas que pueda tener. Incluso se pretende, desde  instancias ajenas a la fe, imponer criterios como el celibato en la propia Iglesia. Es la dictadura de quienes todo lo desean gobernar desde sus posturas. El sacerdocio goza hoy de buena salud, pese a las manchas nefastas de algunos de sus miembros.

Pero este estado de buena salud, tanto en la Vida Religiosa como en el sacerdocio, no debe llevarnos al estancamiento. La vida apostólica se hace en el camino y es en ese camino en donde habrá que ir reviviendo en fidelidad a Dios y a los hombres el carisma, junto a los problemas que vayan surgiendo. Cada vez estos problemas exigen de una mayor centralidad en Jesucristo y de un amor apasionado al mundo que hay que evangelizar, más que demonizar. Amar al mundo con el mismo amor de Jesús.

Lo dijo el Papa el pasado Jueves Santo: “Quien ama está siempre dispuesto a sufrir por el amado y a causa de su amor y, precisamente así, experimenta una alegría más profunda. La alegría de los mártires era más grande que los tormentos que les infligían. Este gozo, al final, ha vencido y ha abierto a Cristo las puertas de la historia. Como sacerdotes, como dice san Pablo, ‘contribuimos a vuestro gozo’ (2 Co 1,24)”.