Editorial

Contra la pederastia, verdad y justicia

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Publicado en el nº 2.700 de Vida Nueva (del 20 al 26 de marzo de 2010).

Crece por días la geografía de la pederastia por parte de clérigos y religiosos. Los últimos esfuerzos por implicar al Papa en esta vorágine macabra han llegado hasta la misma diócesis de Múnich, en donde el cardenal Ratzinger ejerció como arzobispo. El paso previo fue implicar a su hermano en otros casos de abusos en el coro que dirigía y en el que se sucedieron abusos sin su conocimiento. Aumentan los casos y los países en los que aparece este execrable delito por parte de aquéllos a quienes, por oficio y ministerio, debiera corresponder un mayor testimonio y honestidad. No puede escapar a la sociedad, ni a la “pléyade de investigadores” repartidos por las diócesis europeas, que la Iglesia ha respondido con una clara y decidida apuesta por la verdad y la justicia. Negar esta evidencia es prueba de que interesa más el escándalo que su solución o la verdad misma. Aquí no se recomienda templanza ascética, abstinencia y silencio cómplice, sino verdad y justicia.

Las víctimas tienen derecho a que la verdad que entonces fue ocultada, salga a la luz y a que, en justicia, reciban la retribución económica, psicológica, social y eclesial necesarias. Aquellos silencios, entendidos como una falsa discreción, deben resarcirse hoy con la justicia en la mano y con la caridad por encima de todo. El mismo Benedicto XVI ha sido claro en todo momento y ha sabido defender la verdad cuando el cerco a su misma persona y ministerio se ha ido cerrando. Buscar la verdad y ayudar a la justicia. Es un primer paso importante y necesario. Seguirán más.

Paralelamente a todo este affaire, y desde otras instancias, con interpretaciones sesgadas, se busca una revisión de la disciplina del celibato obligatorio en la Iglesia de rito latino, uniendo injustamente celibato con pederastia, como si el celibato fuera terreno abonado para la delincuencia. Suelen ser los mismos que gritan cuando se identifica erróneamente pederastia con homosexualidad. Comparar un estilo de vida con delincuencia es ya un hecho reprobable. El que se abra el debate en el seno de la Iglesia sobre la tradicional disciplina en nada tiene que ver con lo que es un delito abierto, como es el escándalo a los pequeños, ya condenado por el mismo Jesús en el Evangelio.

El esfuerzo de la Iglesia ha sorprendido a no pocos en los ámbitos abiertamente antieclesiales. El Papa ha puesto sobre el candelero la pasión de la Iglesia por la verdad y la justicia. Hecho este trabajo, queda ahora la tarea de mayor calado, de una formación afectiva más seria en los centros de formación y un mayor cuidado y vigilancia de los  responsables de la pastoral con niños y adolescentes. Es un trabajo que la misma Iglesia ha de hacer por honestidad y responsabilidad, además de aplicar las leyes canónicas pertinentes.

Pero hay algo que la Iglesia está mostrando a la sociedad hoy. El ejemplo que aporta a otras instituciones para que también en ellas se sirva a la verdad en estos casos, desgraciadamente comunes en ámbitos familiares, escolares o sociales, según las estadísticas. Un servicio, en definitiva, a la verdad por parte de la Iglesia.