Editorial

Los símbolos y la Ley de Libertad Religiosa

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Publicado en el nº 2.687 de Vida Nueva (del 12 al 18 de diciembre de 2009)

La reforma de la Ley de Libertad Religiosa está aún en el horno y todo hace indicar que será antes de fin de año cuando se ponga sobre la mesa del Consejo de Ministros. El equipo del Ministerio de Caamaño, particularmente la Dirección General de Asuntos Religiosos, trabaja con varios borradores, ajustando flecos para que la Ley no disguste a la Iglesia, contente a otras confesiones religiosas y no provoque reacciones adversas del laicismo militante. Una tarea ardua y nada fácil que abrirá, sin duda, un nuevo frente entre el Ejecutivo y la Iglesia o entre el Ejecutivo y la izquierda radical.

La política es el arte de lo posible. Y hay dos cosas que parecen claras en los borradores: un mayor reconocimiento del resto de confesiones religiosas y la decisión de no tocar los Acuerdos Iglesia-Estado, marco jurídico de rango internacional en el que se desarrollan las relaciones de ambas instituciones. Se pretende sacar adelante una Ley “edulcorada” con más apoyo a las minorías religiosas que esperan un mayor reconocimiento de su estatus en la sociedad.

La Ley, no obstante, entrará en temas especialmente sensibles, como son los relacionados con la simbología religiosa, ya que otros aspectos como la enseñanza, la sanidad, el arte, la presencia en las Fuerzas Armadas y la regulación civil del matrimonio canónico es algo ya concertado en los Acuerdos, que han cumplido 30 años y sobre los que nada tiene previsto la agenda de Moncloa.

En el mismo seno del PSOE hay quien ha empezado a alarmarse por considerar que la “guerra de los símbolos” es innecesaria ahora, dadas las prioridades que el partido ha de acometer con una agenda electoral en ciernes. Este tipo de conflictos afecta también al panorama electoral en las comunidades autónomas, clave en las próximas elecciones generales. Los fontaneros orgánicos no creen que el debate sobre los símbolos religiosos les beneficie en las urnas. La perspicacia política está en contentar a unos y otros y en poner de acuerdo a las tres bandas: Moncloa, Carrera de San Jerónimo y Ferraz.

Mientras tanto, y a la espera del borrador que se desea introducir para su debate en las próximas semanas, en el ecuador de la legislatura socialista se inflan globos sonda por parte de un sector del PSOE que, amparándose en una sentencia de Estrasburgo sobre la retirada de los crucifijos de las aulas, ha pedido su retirada de a los centros públicos españoles e, incluso, como algunos opinan, de los centros concertados. Éste y otros sondeos realizados por las terminales mediáticas del Gobierno, así como diversas manifestaciones por parte de políticos y eclesiásticos en los últimos días, hacen temer al Ejecutivo no sólo una fractura innecesaria en el seno del propio partido, sino también en la sociedad española misma, que independientemente de su práctica religiosa, no ve con buenos ojos esta retirada de símbolos religiosos, parte importante en la cultura de nuestro país. La división social por este asunto no es un buen servicio en momentos en los que la unidad se hace más necesaria en la situación de crisis actual.