Editorial

Una voz de esperanza entre la increencia

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Publicado en el nº 2.677 de Vida Nueva (del 3 al 9 de octubre de 2009).

El viaje del Papa a la República Checa ha tenido un saldo positivo por lo que supone de aliento a una Iglesia que se considera a sí misma como “un pequeño rebaño”, si se tienen en cuenta las estadísticas. Y eso pese a su pasado esplendoroso y vivo, con una larga historia martirial, especialmente la referida a la última, la que se llevó a cabo durante el régimen comunista y cuyo fin llegó justo hace veinte años con la caída del Muro de Berlín durante la Revolución de Terciopelo. Benedicto XVI ha visitado a esta pequeña comunidad para agradecerle sus enormes esfuerzos en momentos duros; para alentarla en una situación de pequeñez, acosada por un ateísmo militante que la reduce a mínima presencia en la vida pública y social, y ofrecerle, como alternativa, la búsqueda de la verdad en medio de un relativismo al que se ha visto abocada por la sociedad consumista y las ideologías ateas, que han dejado en su corazón un debilitamiento moral importante. En los discursos y homilías del Papa se ha advertido esta oferta, que repitió ante los miembros del Gobierno y del cuerpo diplomático: “La Iglesia no demanda privilegios, sino poder obrar libremente al servicio de todos y con espíritu evangélico”. Todo un programa de trabajo para las Iglesias de Bohemia y de Moravia, con sus tres millones de cristianos en una población que supera los diez millones de habitantes. Y eso pese al rico legado religioso, no exento de dificultades. El Papa, de cara al futuro, ha pedido a la Iglesia checa abundar en el trabajo con los pobres a través de las instituciones de la Iglesia; con los jóvenes en el mundo de la educacion, y con la cultura actual para ayudarle a abrirse a la trascendencia. Retos importantes, que han sido acogidos con ilusión y que vienen a ofrecer una imagen distinta de la que hasta ahora se apreciaba en la Iglesia checa como objetivo: lograr la devolución de los bienes incautados. Estos retos van mucho más allá.

Pero esta visita tiene muchas claves para otros países de esta vieja Europa en cuya regeneración viene trabajando el Papa, de forma especial en su magisterio. En su viaje, el Pontífice ha expuesto claves claras, sencillas y profundas para regenerar la vida cristiana en un mundo diverso, que no tiene por qué ser adverso. Son claves importantes.

A los niños y jóvenes les ha hablado de esperanza en un sociedad secularizada, en la que tienen que ser semilla de amor. A los políticos les ha pedido libertad para colaborar juntos en el bien común. Al mundo académico le ha pedido honestidad para abordar los grandes retos del hombre hoy sin negar la trascendencia. A otras confesiones cristianas les ha dado la mano para seguir abriendo en Europa una ventana de luz. A las familias les ha pedido que sus hogares sean semillas de fe, y a los sacerdotes y consagrados, un renovado esfuerzo  para seguir ofreciendo la Verdad de Jesucristo.

El Papa ha hablado desde este rincón europeo al corazón de todo el Viejo Continente para que no se deje dominar por el desaliento, para que, recogiendo las briznas del pasado, vuelva a encontrar en la fe una manera de estar y servir al hombre de hoy, que en Dios encuentra la verdad y la felicidad plena. Ése es el servicio de la fe.