Editorial

Sacerdotes en el corazón de la cultura actual

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Publicado en el nº 2.673 de Vida Nueva (del 5 al 11 de septiembre de 2009).

El Año Sacerdotal que estamos celebrando depara reflexiones diversas, encaminadas todas ellas a una necesaria y urgente reforma del clero de cara a un servicio en medio de una cultura bien distinta. Vida Nueva viene ofreciendo diversas reflexiones y experiencias, secundando el deseo de Benedicto XVI de que este año sirva para una mayor renovación del ministerio sacerdotal en la vida del mundo y de la Iglesia. Asentados fuertemente en los dos grandes documentos magisteriales –Presbyterorum Ordinis, del Vaticano II, y Pastores Dabo Vobis, de Juan Pablo II–, la Iglesia tiene en ellos los raíles sobre los que discurrir esa actualización que el Papa pide y que la sociedad necesita y demanda.

El obispo de San Sebastián, Juan María Uriarte, nos brinda su reflexión personal en las páginas de Vida Nueva a través de un Pliego en el que apunta cómo ser presbítero en la cultura actual, la que modela y es el caldo en el que crecen los hombres y mujeres de este inicio del siglo XXI, y que es el mismo en el que crecen las vocaciones al ministerio sacerdotal.

Y es que el sacerdocio, más allá de ser una casta encerrada en sus propios criterios, está al servicio de la misión, y la misión se realiza en diálogo con el mundo: la encíclica programática Ecclesiam Suam, de Pablo VI, puede ser una de las lecturas recomendadas a los sacerdotes hoy, ya que, lejos de perder actualidad, la ha recobrado con fuerza. Por esta razón, el presbítero no puede estar de espaldas al mundo y a sus presupuestos culturales, que ha de conocer y saber cómo afrontar, con las trampas que asoman en su desarrollo. Pero no sólo el sacerdote necesita entender la cultura de hoy, sino que también esta misma cultura necesita de la presencia trascendente del sacerdote. Sin embargo, hay que saber situarse ante ella, sin anatematizarla, sino entendiéndola; sin menospreciarla, sino amándola; sin despreciarla, sino acogiéndola. Somos hijos de nuestro tiempo y la evangelización no se realiza en un planeta lejano y oscuro lleno de iguales y embargado por un pensamiento único, sino en un mundo abierto y plural que busca el servicio de la fe y el testimonio profético del sacerdote.

En esta tarea, la Iglesia ha sido siempre pionera en pura fidelidad a su fundador. Es el momento
de proponer la reflexión de temas urgentes a la luz de la cultura actual. Son problemas que, de no asumirlos, pudieran afectar gravemente a la identidad del sacerdote y a su tarea ministerial. Asuntos como el celibato sacerdotal y el valor de la castidad, así como la madurez afectiva del presbítero, no pueden demorarse más. Su rol en una sociedad globalizada, mercantilista, hedonista e individualista es necesario replantearlo en clave de un mayor testimonio de trascendencia, apoyando una formación integral en la que primen valores de pobreza y austeridad, fraternidad y solidaridad. La Iglesia no puede pedir a sus sacerdotes que cierren sus ojos a la realidad desafiante del mundo, obligándolos a un perfil de sacristía y de casta. Se hace necesaria una inculturación en la que los valores del Evangelio sean servidos con fuerza y caridad pastoral.