Editorial

“El reino de los réprobos”

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Publicado en el nº 2.659 de Vida Nueva (del 9 al 15 de mayo de 2009).

Así se titula la obra de Anthony Burgess: El reino de los réprobos, un texto exuberante en el que el escritor inglés hace un retrato de los primeros años del cristianismo, años de reprobación absoluta de todo lo que supusiera un replanteamiento del mundo romano y la creencia en un Dios como el que anunciaba Jesucristo. Y lo hace con su estilo desenfadado y provocador. Vuelve este reino de reprobación a estar de moda en España por mor de una propuesta de dos diputados de IU-ICV que, emulando a los parlamentarios belgas, han pedido una reprobación al Papa por sus palabras en un avión que lo llevaba a África en su última visita pastoral y que tanto revuelo siguen levantando. Conviene antes explicar que el sinónimo de reprobar es: censurar, desaprobar, criticar, reprochar, condenar, vituperar, suspender, catear, descalificar, revolcar, y que el antónimo es alabar, aplaudir. Junto a la reprobación olvidan aplaudir y alabar la valentía de sus muchas declaraciones en favor de la paz, de la justicia y del desarrollo de estos pueblos. El Papa, con sus palabras, puso el dedo en la llaga de las causas de muchos de los problemas que acosan a ese continente. 

La reprobación al Papa por parte del Parlamento español está aún por ver. La iniciativa y la propuesta dicen mucho de quien la hace, sea el resultado de la votación última el que sea. Parece que ni PSOE ni PP están por la labor; se van retractando y dejando solos a los dos diputados de la izquierda radical. ¿Por qué tanto revuelo? La Iglesia suele constituir una buena cortina de humo cuando acucian problemas de envergadura como los que está viviendo nuestro país en estos delicados momentos. Reprobar una opinión del Papa, que ni tan siquiera es verdad que la expusiera tal y como algunos medios de comunicación la han trasladado, es querer matar moscas a cañonazos. No se puede tomar de un suelto periodístico, sin contrastar suficientemente, un hecho para someterlo a una votación en tan alta institución del Estado, a menos que lo que se pretenda sea otra cosa bien distinta. 

La iniciativa ha surgido de un grupo político con escasa representación parlamentaria, pero, por un acuerdo entre partidos, ha sido secundada por otros grupos votados por ciudadanos que tienen al Papa como su líder espiritual. Hay que empezar reprobando la extrema superficialidad de quienes, al reprobar, atacan así una doctrina y un personaje de la altura de Benedicto XVI. El affaire de los preservativos ha sido conducido torpemente y en la trampa han caído incluso algunos representantes soberanos del pueblo, que han perdido un precioso tiempo cuando son tantos los problemas por los que la población atraviesa, especialmente los relacionados con la crisis económica y sus consecuencias, en parte paliadas por la labor de una comunidad creyente liderada por quien ahora desean reprobar de forma injusta y desacertada.

Reprobar al Papa, cerrarle la boca, negarle explicaciones y hacerlo en nombre de un Estado es poner en evidencia a quien no ha reprobado crímenes de guerra, embargos, falta de libertad… Estamos en el “reino de los réprobos” que miran la paja en el ojo ajeno y no ven la viga en el propio.