Editorial

El preservativo, excusa para un ataque

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Publicado en el nº 2.654 de Vida Nueva (del 28 de marzo al 3 de abril de 2009).

La polémica suscitada por unas palabras de Benedicto XVI sobre la poca efectividad del preservativo para prevenir el sida ha oscurecido su viaje a Camerún y Angola, ocultando los grandes titulares que el Papa ha brindado durante su estancia denunciando la explotación y la miseria, y abogando por una solidaridad mundial para erradicar el hambre, la pobreza, el tráfico humano y la explotación en este continente en el que la Iglesia ha tenido y tiene una voz poderosa y comprometida. Lo demuestran la historia y la trayectoria de las fecundas comunidades cristianas que han penetrado en el mismo “corazón de las tinieblas” para ofrecer la luz de Jesucristo. El Papa, en su más genuino ministerio petrino, ha acudido a confirmar en la fe a muchos hermanos y hermanas que en África la viven con fuerza, trabajando en los últimos lugares por una vida más digna, acompañando también a muchos enfermos de sida. Dicen los hechos que un tercio de las iniciativas contra la propagación de esa enfermedad son obra de católicos. Desde esa óptica apostólica, que no excluye un compromiso por el hombre concreto, sino que lo potencia, es desde donde hay que entender este primer viaje a África. Sin embargo, el mensaje mediático ha sido otro.

Más allá del respetuoso disenso, se han atacado de forma brutal unas declaraciones sacadas de contexto y que han llegado a los destinatarios totalmente falsificadas. La legítima discrepancia no puede hacerse sobre contenidos falsos o interpretaciones equívocas. En esta ocasión, el revuelo, en el que también se han visto involucrados algunos gobiernos -incluido el español, con declaraciones que desconocían el texto y el contexto-, ha tenido como fuente la “falsificación de unas declaraciones del Papa” excluyendo el preservativo como la panacea para erradicar el sida. El resto de mensajes han quedado olvidados, silenciados y malévolamente oscurecidos. Pareciera que interesara poner sordina a una visita en la que el Papa no ha callado sus críticas ante el papel de las multinacionales, la corrupción política o la falta de ética en las estructuras económicas, cuyas consecuencias también está pagando, y muy caras, África. 

El presidente de la Conferencia Episcopal Italiana, el cardenal Bagnasco, ha pedido amparo al Consejo de Derechos Humanos de la ONU y ha manifestado, a raíz de esta “falsificación”, refiriéndose a los análisis superficiales y juicios precipitados, que “la irrisión y la vulgaridad no pondrán nunca formar parte del lenguaje civilizado y fatalmente se vuelve contra quienes lo practican”. También el observador vaticano ante la ONU, Silvano Tomasi, manifestó la pasada semana el malestar por la forma en que algunos países que se habían comprometido a una relación equilibrada y saludable con la Iglesia se están revistiendo de una política secularista. A nadie escapa la preocupación por una situación que se va repitiendo y que, como ha sucedido en el viaje a África, abre un camino de enfrentamiento que anula el respeto y el lugar de la Iglesia en unas sociedades que apuestan por la libertad religiosa.