Editorial

El ayuno en tiempos de crisis

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Publicado en el nº 2.649 de Vida Nueva (del 21 al 27 de febrero de 2009).

En una sociedad inmersa en una crisis económica,  con sus consecuencias derivadas y colaterales, pudiera sorprender que el Mensaje del Papa para esta Cuaresma hable del ayuno y de su fundamentación bíblica, teológica y espiritual. El ayuno es importante en la gran tradición espiritual de la Iglesia. Actualmente, en diversas corrientes espirituales que proceden de Oriente se pone también como camino de terapia y de ascesis. Pablo VI dijo en la Constitución apostólica Paenitemini de 1966 que puede “ayudarnos a mortificar nuestro egoísmo y a abrir el corazón al amor de Dios y del prójimo, primer y sumo mandamiento de la nueva ley y compendio de todo el Evangelio”. No cabe duda de que el ayuno da unidad a la persona, tanto en lo espiritual como en lo corporal, y le ayuda en su camino personal, porque privarse del alimento material facilita una disposición interior a escuchar a Cristo que sacia el hambre más profunda que experimentamos en lo íntimo de nuestro corazón, que es el hambre y la sed de Dios. “El ayuno representa una práctica ascética importante, un arma espiritual para luchar contra cualquier posible apego desordenado a nosotros mismos”, dice el Papa en su mensaje de este año aludiendo a lo que ya dijo el papa Montini.

Al mismo tiempo, el ayuno tiene una dimensión solidaria, pues ayuda a tomar conciencia de la situación en la que viven muchos de nuestros hermanos. Al escoger libremente privarnos de algo para ayudar a los demás, demostramos concretamente que el prójimo que pasa dificultades no nos es extraño. Es una actitud que nos ayuda a comprender a quienes atraviesan por dificultades materiales y a mostrarnos solidarios con ellos. 

La Cuaresma, el tiempo que nos prepara a la Pascua, es un paso que nos acerca a nosotros mismos, a los hermanos y a Dios. La Cuaresma es un taller, una escuela para la escucha de la Palabra con la asidua lectura del Evangelio; una escuela que nos ayuda a comprender a los demás, con el diálogo sereno con quien con nosotros va; y una escuela de interioridad, pues en el silencio cuaresmal escuchamos el soliloquio del corazón. Un tiempo de desierto espiritual en el que el ayuno y la abstinencia tienen su importante papel.

Y también Cuaresma es un tiempo adecuado para la limosna fraterna en la Iglesia. Junto al ayuno, siempre ha de ir la limosna. No ayunamos para ahorrar o para guardar la línea. Ayunamos para ser solidarios y fraternos. La limosna para con los pobres era una actividad propia del tiempo de conversión cuaresmal en las primitivas comunidades cristianas durante el tiempo de preparación al Bautismo, que era el tiempo de Cuaresma en el que se realizaban gestos de fraterno compartir con los necesitados. Es el origen de la colecta que se hacía en las celebraciones eucarísticas.

Esta Cuaresma es una ocasión para hacerse solidarios con quienes sufren la crisis económica, con un mayor acento en la concienciación y ayuda a quienes necesitan de nuestra fraterna solicitud en momentos tan delicados como los actuales.