Editorial

Crisis económica, la Expo y los más pobres

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Publicado en el nº 2.617 de Vida Nueva (Del 14 al 20 de junio de 2008).

La crisis económica ha empezado a marcar su propia agenda con diversos sobresaltos que los medios de comunicación ponen sobre la mesa, traduciendo a datos concretos los grandes conceptos. A los españoles de a pie les preocupa más la bolsa de la compra o la hipoteca del mes que los movimientos económicos a gran escala. La huelga de transportistas en protesta por el aumento del precio del gasóleo en momentos especialmente cruciales como son los días previos a la inauguración de la Exposición Internacional que se abre esta semana en Zaragoza, es una muestra de la presión a la que este sector pretende llevar al Gobierno por la subida de los carburantes. Junto al derecho a la huelga en el marco de la ley y de la Constitución, se tiene que articular y defender también el derecho del ciudadano que no puede ver mermados sus derechos por huelgas de carácter salvaje, dejando sentir sobre sus espaldas la presión de los huelguistas y la presión de la crisis económica. Se impone, una vez más, el diálogo y la despolitización de toda medida en este campo. El actual Gobierno se enfrenta a “su” huelga, como sucedió con otros gobiernos anteriores. En la solución del conflicto se juega mucho el presidente José Luis Rodríguez Zapatero, quien, por cierto, ha visto venir estos “idus” primaverales con cierta parsimonia o impotencia.

Sin embargo, en el fondo de toda esta situación, hay algo más preocupante como es la crisis económica que con su cadencia cíclica, vuelve una vez más al panorama de España y de Europa. Siempre que una crisis económica se ceba con una población son los más pobres los que sufren con más ahínco sus consecuencias. Esta vez no va a ser menos. El número de personas que viven por debajo del umbral de la pobreza sigue siendo alarmante; los jóvenes con un primer empleo sienten la precariedad propia de esta situación; las colas del desempleo se alargan y la población teme un recorte de las prestaciones sociales, sanitarias, educativas o culturales. Un exponente significativo es el retraso en algunas Comunidades Autónomas del desarrollo de la Ley de Dependencia, uno de los logros de la anterior legislatura. Asistimos a un problema enmarcado en la crisis generalizada que nunca puede tener a los pobres como punto de mira en el que arrojar los efectos de las propias crisis y que, sin embargo, son el colectivo más vulnerable y carne de cañón de la propia crisis que sólo beneficia a quienes más dinero guardan en los graneros.

Justo en estos días, la Expo de Zaragoza nos trae otra cara de la realidad. La parte menos amarga. Conviene recordar, para que no todo quede en pólvora en salvas, que más allá del desarrollo sostenible, está el desarrrollo social y humano que debe generar riqueza. Si las diversas intervenciones, foros, ágoras y semanas temáticas no sirven para que aumente el conocimiento y, como consecuencia, una mayor implicación en el desarrollo de la persona, se habrá logrado poco.

La Santa Sede, a través de una gran labor del Arzobispado de Zaragoza, ha querido apostar por la importante labor del conocimiento; una labor de gran envergadura de cara al futuro.