Editorial

La Palabra, criterio de verdad evangélica

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Publicado en el nº 2.634 de Vida Nueva (Del 1 al 7 de noviembre de 2008).

Con una sobria y solemne celebración eucarística, el papa Benedicto XVI clausuraba el pasado domingo la XII Asamblea General del Sínodo que ha se ha celebrado a lo largo de estas últimas semanas en Roma. La Palabra de Dios y su riqueza en la vida de la Iglesia ha ocupado el interés de los padres sinodales. En la homilía de clausura, el Papa decía: “Es necesario que los cristianos tengan amplio acceso a la Sagrada Escritura para que las personas, cuando encuentren la verdad, puedan crecer en el amor auténtico. Se trata de un requisito que hoy se hace indispensable para la evangelización. Y, ya que no pocas veces el encuentro con la Escritura corre el riesgo de no ser ‘un hecho’ de Iglesia, sino que está expuesto al subjetivismo y a la arbitrariedad, se vuelve indispensable una promoción pastoral robusta y creíble de la conciencia de la Sagrada Escritura, para anunciar, celebrar y vivir la Palabra en la comunidad cristiana, dialogando con las culturas de nuestro tiempo, poniéndose al servicio de la verdad y no de las ideologías del momento e incrementando el diálogo que Dios quiere tener con todos los hombres”. Palabras clarificadoras que rubrican el magisterio pontificio. Habrá que estar atentos ahora a la exhortación apostólica posterior. El Papa ha escuchado, ha puesto sobre la mesa y ha propuesto el estudio de esta importante riqueza de la Iglesia. En la homilía, Benedicto XVI ha salido al paso de las interpretaciones subjetivas y ha puesto a la Palabra de Dios en el gozne del diálogo con la cultura moderna y en el movimiento ecuménico e intercultural.

Los padres sinodales han podido dialogar ampliamente en estas tres semanas. El Sínodo ha puesto de manifiesto el caminar en comunión de una Iglesia que se revisa a sí misma y escucha la siempre actual y urgente llamada a la evangelización. Este Sínodo, entre otras cosas, ha servido para poner en valor esta Palabra en las comunidades cristianas, potenciando la Lectio Divina, proponiendo un mayor cuidado de la homilía, resituándola en toda su riqueza en el contexto eucarístico y dándole su lugar adecuado en los diseños formativos de los estudios eclesiásticos. Las diferentes sensibilidades ante la Palabra, según el continente, han enriquecido a los sinodales, que han visto en este acontecimiento un importante paso para el diálogo ecuménico y para el interreligioso. A esta riqueza, aportada especialmente por las Iglesias en África y Asia, se une la necesidad de formar a las comunidades cristianas, especialmente de Latinoamérica, para frenar el avance de las sectas en aquellos países. La importancia de la Palabra tendrá un protagonismo especial en la gran Misión Continental que allí se prepara.

Un Sínodo eminentemente pastoral, que no ha tocado los cimientos dogmáticos de la Dei Verbum, resaltando aquel documento fundamental. Un Sínodo lleno de gestos y de intervenciones libres muy enriquecedoras. Un Sínodo que ha puesto sobre la mesa una realidad que ya se venía sabiendo: que el cristiano tiene cada vez mayor urgencia de poner en valor la riqueza de la Sagrada Escritura, pan en el diario caminar.