Editorial

Misioneros como Pablo, por vocación

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Publicado en el nº 2.632 de Vida Nueva (Del 18 al 24 de octubre de 2008).

El Domund se celebra este domingo. El lema de este año para su campaña está relacionado con el Año Paulino: Como Pablo, misionero por vocación. La figura de san Pablo se ofrece a quienes trabajan en la misión como paradigma del testimonio de la fe para los que aún no han conocido el Evangelio. El recuerdo del segundo milenio de su nacimiento es la ocasión propicia para tenerlo en cuenta como referencia para quienes, como él, también han sido llamados a la misión evangelizadora en la Iglesia y en el mundo. La palabra “misionero” es una palabra clave y esencial, y hace referencia a quien “sale” de su tierra y parte a otros lugares para anunciar el Evangelio, entregando toda la persona y toda la vida, con una donación personal sin límites de fuerza y de tiempo. Ser misionero es un plus a la vocación cristiana y a la vocación sacerdotal o religiosa. Salir sintiéndose enviado; salir habiendo sido llamado. Una salida confiada, una salida entregada.

Pablo se presenta al comienzo de sus cartas como el llamado por Dios para anunciar el Evangelio. Es una vocación especial, que tiene como modelo la de los apóstoles y que se manifiesta en el compromiso total al servicio de la evangelización. No es cuestión de inscribirse, sino de descubrir y de responder a la llamada.

El Papa, en su mensaje de este año para el Domund, insiste en este aspecto: “La celebración de la Jornada Misionera Mundial nos debe ayudar a tomar una conciencia renovada de la urgente necesidad de anunciar el Evangelio. Subrayo con un gran agradecimiento, la aportación de las Obras Misionales Pontificias a la acción evangelizadora de la Iglesia. Les doy las gracias por el apoyo que ofrecen a todas las Comunidades, especialmente a las jóvenes. Las Obras son instrumento válido para animar y formar en la responsabilidad misionera al Pueblo de Dios, y alimentan la comunión de bienes y de personas entre las diferentes partes del Cuerpo Místico de Cristo. La colecta, que en la Jornada Misionera Mundial se hace en todas las parroquias y comunidades, sea signo de comunión y de solicitud recíproca entre las Iglesias. En fin, intensifíquese cada vez más en el pueblo cristiano la oración, medio espiritual indispensable para difundir entre todos los pueblos la luz de Cristo, ‘luz por antonomasia’, que ilumina ‘las tinieblas de la historia’ (Spe Salvi, 49). Mientras confío al Señor el trabajo apostólico de los misioneros, de las Iglesias esparcidas por el mundo y de los fieles comprometidos en diferentes actividades misioneras, invocando la intercesión del apóstol Pablo y de María Santísima, ‘el Arca viviente de la Alianza’, Estrella de la Evangelización y de la esperanza, imparto a todos la Bendición Apostólica”.

Se celebra esta jornada inmersa la Iglesia en la celebración de la XII Asamblea del Sínodo de los Obispos, en la que se reflexiona sobre la Palabra de Dios y su misión dentro de la Iglesia. El misionero, con la fuerza de la Palabra, se sitúa en el ámbito de su acción y alumbra con ella a nuevos cristianos a la fe. Una palabra que se escucha y a la que ayudan a celebrar y vivir en el amor.