Editorial

En el inicio de un nuevo curso

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Publicado en el nº 2.625 de Vida Nueva (Del 30 de agosto al 5 de septiembre de 2008).

Con septiembre vuelve la actividad a tomar su pulso en nuestro país. En otros lugares del planeta no se ha detenido, pero en España el paréntesis del mes de agosto ha servido para retomar fuerzas y ofrecer nuevas perspectivas y nuevas ilusiones. El descanso veraniego de España se ha visto salpicado, ya en su recta final, por el desastre del accidente aéreo de Barajas. Todo el país ha quedado sorprendido ante la magnitud de la tragedia. Los españoles volvemos al trabajo con una mueca más triste, pero sin abandonar la esperanza. La vida sigue. Para cada una de las familias que han perdido a un ser querido el mundo, su mundo, su universo, parece acabar, pero la esperanza levanta el vuelo y se pone al frente, invitando a superar el dolor. Conforme se va enterrando a los muertos y se llora su ausencia, los ojos miran al futuro, con tristeza, pero con firmeza. El Papa y los obispos españoles nos invitan a esa actitud de solidaridad en el dolor y en la tarea de futuro, ayudando a todos a esa mirada más allá del sufrimiento.

Un curso nuevo se abre en un país que se marchó con datos preocupantes de una crisis que se agravaba por momentos, una crisis que afecta más a los que menos tienen y que en los inmigrantes está empezando a dejar su zarpa. Junto a esta importante tarea, el Gobierno tiene por delante tareas de urgencia que todos esperan las vaya realizando con mesura, determinación y honestidad: el modelo autonómico y su estructuración dentro del conjunto del Estado, el tesón en la lucha contra el terrorismo, la búsqueda de medidas que ayuden a los ciudadanos a vivir una mayor libertad de conciencia sin verse sometidos por dictados ideológicos, un mayor compromiso con los países de América Latina para el desarrollo de sus libertades y un mayor empeño en apoyar una política social, educativa, cultural y laboral que ayude a los más pobres en una sociedad que puede caer en la tentación de beneficiar a quienes más tienen.

La Iglesia española busca también del Estado el respeto que tanto el presidente del Gobierno como el presidente del Episcopado se prometieron en su encuentro del primero de agosto. Las relaciones Iglesia-Estado a lo largo de este curso van a estar supeditadas a los pasos que se den en relación con la anunciada Ley de Libertad Religiosa, así como diversos asuntos que esperan ambas partes no sean escollo en las relaciones: asignatura de Educación para la Ciudadanía, probable ampliación de la Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo, mayor responsabilidad en los medios de comunicación de los que la Iglesia es propietaria y el ejercicio de una mayor libertad en los ámbitos de la conciencia. La Iglesia pide respeto y el Gobierno solicita también el respeto. Se ha dado un paso para restablecer puentes que estaban deteriorados. Una filigrana de relaciones tendrá que rehacer lo que se haya deteriorado. Un curso que marcará el futuro de las relaciones entre dos instituciones llamadas a entenderse y que, desde las más altas instancias hasta las mediaciones más cotidianas, tienen la grave responsabilidad de estrechar lazos en bien de todos.