Editorial

Comunicación y misericordia

Compartir

Cuando el papa Francisco suma comunicación y misericordia los resultados son admirables. Lo hace en el mensaje para el día de las comunicaciones, celebrado recientemente, y una vez más recuerda a los comunicadores del mundo que el amor es comunicación, apertura y no aislamiento.

Por tanto, a más comunicación, más apertura, menos aislamiento y mejores condiciones para el amor entre los humanos.

La realidad del mundo de hoy, marcada por la tecnología digital, parece contradecir el optimista enunciado papal. Es un hecho patente que nuestro siglo pasará a la historia como la época en que la humanidad dispuso de los más eficaces medios de comunicación. La tecnología digital creó un mundo en red, intercomunicado como nunca antes en su historia y, sin embargo, es la era marcada por una ola de individualismo.

El patético espectáculo de los nativos digitales sobre sus tabletas y celulares, en un frenético tecleo para comunicarse virtualmente con destinatarios que no ven mientras ignoran a los prójimos a quienes sí ven, constituye una contradicción de los términos de la realidad; se comunican pero están cada vez más aislados.

Sin embargo, Francisco insiste en que el amor no es aislamiento, es comunicación real, está dispuesto a la creación de puentes que unen riberas separadas, favorece el encuentro entre los que se desconocían o se ignoraban.

Es un mensaje que llega a Colombia en un momento de su historia en que los acercamientos tienen el carácter de necesidad vital. Los largos decenios en que una cultura de la exclusión y de divisiones cavó fosas de separación y levantó muros para impedir los acercamientos pueden estar a punto de terminar si la comunicación recupera su condición original de instrumento para amar.

El amor es comunicación, apertura y no aislamiento

El mensaje papal, que parece una respuesta para la situación colombiana de hoy, explora las posibilidades que abre una comunicación atravesada por la misericordia y que, como consecuencia, no da nada por perdido porque la potencia la fe en lo posible.

La carta abierta de un grupo de intelectuales colombianos en que se alerta a los líderes políticos y de opinión que usan un lenguaje agresivo y excluyente es un reclamo, como el del Papa, para que la comunicación acerque y no aleje, comparta y no humille, convoque y no pretenda someter. La comunicación transmite la fuerza de la misericordia cuando es el resultado de una generosa escucha.

Escuchar, explica Francisco, es compartir preguntas y dudas; algo diametralmente opuesto al soberbio dogmatismo de los que creen ser dueños de la verdad; muy cercano, en cambio, al talante humilde de los que siempre están buscando un acercamiento con la verdad.

Escuchar, continúa Francisco, es asumir una actitud justa, es mantener un deseo de comprender que va más allá de aquella comunicación que se propone juzgar y sentenciar. El que escucha mantiene encendida la luz de una esperanza porque nada se da por perdido. Supone, desde luego, la disposición de entregar algo de sí, así sea solamente el tiempo necesario para escuchar cuando muere la palabra propia y emerge la del otro.

Tras estas palabras, Francisco vuelve la atención hacia el papel de las redes sociales, ese instrumento tecnológico que ha puesto a disposición de los humanos una posibilidad de acercamiento y comunicación como nunca en la historia humana.

Pero esto solo será posible si ese acercamiento implica un hacerse cargo del otro. Por primera vez es posible llegar hasta tantos y darle una dimensión universal al amor hacia las personas. Hacerse responsable de todos aquellos a quienes se llega en la red es lo que resulta de esta comunicación potenciada por la tecnología sí, pero sobre todo, por la misericordia, concluye Francisco: “El encuentro entre la comunicación y la misericordia es fecundo en la medida en que genera una proximidad que se hace cargo, consuela, cura, acompaña y celebra. En un mundo dividido, fragmentado, polarizado, comunicar con misericordia significa contribuir a la buena, libre y solidaria cercanía entre los hijos de Dios y los hermanos en humanidad”.