Editorial

Audacia y fidelidad en la Escuela Católica

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(Editorial Vida Nueva) La Iglesia considera la Escuela Católica como un ambiente privilegiado para la formación integral de los niños y jóvenes cristianos, así como un gran servicio para todos. Es cierto que levanta dudas y objeciones por su razón de ser y su eficacia operativa. En el debate, hay quien no acepta que la Iglesia pueda ofrecer el testimonio de sus instituciones. Se objeta también que pretenda instrumentalizar una institución humana para fines confesionales, olvidando que la educación integral comprende la dimensión religiosa, que contribuye al desarrollo de la persona.

Hay quienes piensan que se trata de una institución anacrónica, que no tiene razón de ser en una época en que la sociedad civil va tomando a su cargo el servicio de la enseñanza. La problemática de la Escuela Católica no puede comprenderse si no es en el contexto más amplio de la problemática de la escuela en general.

En el proyecto educativo de la Escuela Católica, Jesucristo es la parte fundamental. La escuela es “católica” porque los principios evangélicos se convierten para ella en normas educativas, motivaciones interiores y, al mismo tiempo, en metas finales. Su empeño no ha de ser otro que el de promover al hombre integral. Éste es el carácter específicamente católico de la escuela, y aquí se funda su deber de cultivar los valores humanos respetando su legítima autonomía y conservándose fiel a su propia misión de ponerse al servicio de todos los hombres.

La escuela tiene como fin la comunicación crítica y sistemática de la cultura para la formación integral de la persona. La llamada “escuela católica” persigue este fin dentro de una visión cristiana de la realidad y tiende a formar al cristiano en las virtudes que lo configuran con Cristo, su modelo, y le permiten colaborar finalmente en la edificación del Reino de Dios. La tareas y contenidos de la Escuela Católica están marcadas por la síntesis armoniosa entre cultura y fe, y entre fe y vida.

En España, la Escuela Católica tiene claros los principios y no son pocas las dificultades con que se encuentra, pero no puede olvidar los peligros de dentro. Muchas veces, a los católicos que trabajan en la escuela les falta una clara conciencia de la “identidad” y “audacia” para asumir todas las consecuencias que se derivan de su “diferencia” respecto de otras escuelas. Es una tarea ardua y compleja, dadas las situaciones sociopolíticas en las que ha de vivir y convivir, especialmente a causa de la tendencia creciente a marginar el mensaje cristiano.

La fidelidad al proyecto educativo requiere una continua autocrítica y un retorno a los principios, en donde se encontrará la orientación que permita resolverlos en diálogo con los nuevos avances de la pedagogía y en colaboración con cuantos, sin distinción de confesión, trabajan por el progreso del hombre. Pero debe extenderse también a las escuelas estatales, mediante contactos entre educadores, encuentros e investigaciones en común; incluso con alumnos y padres; en definitiva, toda la comunidad educativa implicada en el proceso educativo.

La Escuela Católica en España necesita cada día más de una vigorización de la identidad, de una mayor profesionalización y de una mayor libertad de actuación. El diálogo es necesario entre sus responsables y los responsables políticos.

Vida Nueva hace hoy una aproximación a este fenómeno, dedicando un Pliego que sirva a los muchos profesionales que en el aula intentan, cada día, ser testigos de la fe, sembrando en el corazón de los niños y jóvenes los valores del Reino. Porque las dificultades se vencen juntos.

Publicado en el nº 2.742 de Vida Nueva (19-25 de febrero de 2011).

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