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Portada Donne Chiesa Mondo octubre 2019

Templanza y punto fijo

Los antiguos filósofos exhortaban a actuar con templanza, entendida esta como el correcto punto medio entre dos excesos: la intemperancia por un lado y la insensibilidad por el otro. El oráculo délfico ‘mêden agan’ (sin exceso) y el principio de la ‘aurea mediocritas’ de la memoria de Horacio entraron en la definición cristiana de la virtud cardinal de la templanza, muy a menudo retratada en la imagen de una mujer que mezcla agua fría y caliente.

La templanza todavía designa la capacidad de satisfacer con moderación los propios instintos y deseos y todavía está asociada con el equilibrio y el autocontrol. Pero hoy, más que en el pasado, es cuestionada. Esto se debe a que los estilos de vida que se nos proponen, o que se imponen indirectamente, a menudo carecen de equilibrio y moderación. Sucede por ello que somos interpelados –incluso fuertemente atraídos– por excesos, y consideramos la templanza como un vestido pasado de moda. Pero, ¿cuáles son las consecuencias de la falta de autocontrol, de la falta de respeto, de la medida en el uso de nuestros bienes, nuestro cuerpo, nuestro planeta?

Dependencias, abusos, delitos y perversiones sexuales, daños ecológicos, corrupción administrativa y política, arrogancia y soberbia, pequeñas y grandes venganzas están bajo la mirada de todos. La apelación al ejercicio de la templanza y la sobriedad es tan válida hoy como ayer. Pero también debe recordarse que la templanza, como las otras virtudes, se perfecciona cuando entra en una dinámica espiritual profunda.

Si, de hecho, templar significa tener algo bueno para su uso –sí, así como se templa el lápiz para poder usarlo bien–, es inevitable cuestionarse sobre el objetivo final de la existencia. Y así se nos da a descubrir que ese fin último no es alcanzar el correcto punto medio, ni la crucifixión ascética de la carne como un fin en sí mismo, ni la conformidad con las reglas preestablecidas. Es más bien la respuesta alegre de todos a una llamada, teniendo como centro, como único punto fijo, el Amor, y no tanto el medio correcto. De ahí la invitación a dejar que la ‘medida correcta’ (‘métron’) sea ‘templada’ por el Amor y transformarse en una danza armoniosa y luminosa, donde ya no existe nada de rígido, frío, defensivo, calculado, unilateral. Me pregunto si un gran poeta quiso decir exactamente esto cuando escribió: “Excepto por el punto, el punto fijo, no habría danza, y solo está la danza” (T.S.Eliot). 

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