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La pobreza femenina

¿La pobreza? Es una palabra compleja, afirma en el artículo que abre el tema de este mes Alessandra Smerilli, religiosa, economista, secretaria del Dicasterio para el Desarrollo Humano Integral. Y lo es todavía más, añade, si se aborda desde un punto de vista de las mujeres.



¿Quiénes son “las pobres”? ¿Son aquellas a las que hay que compadecer como todos aquellos (hombres y mujeres) que no poseen nada y están obligados a una vida difícil y a menudo dolorosa? ¿O también hay una pobreza que nace de la idea de una felicidad diferente, cortando, eso sí, los vínculos con el consumo y el mercado, pero al mismo tiempo reivindicando la libertad de elección, la paridad y la igualdad? Sí, hay pobreza como método, como profecía, también como rebelión y transgresión. La pobreza que libera, en palabras del Papa Francisco. Pobreza que te hace rico.

Este mes, la VI Jornada Mundial de los Pobres, Donne Chiesa Mondo habla de pobreza femenina. Intervenciones, entrevistas, reflexiones, historias: en todos los testimonios recogidos, la pobreza se enriquece de valores alternativos, se tiñe de significados normalmente descuidados, adquiere sentido y atracción. Subraya Smerilli que “la pobreza es una bendición, la miseria es una maldición”.

Convencida, santa Clara la consideraba una bendición y pidió este “privilegio” para ella y para sus hermanas, como cuenta el historiador Giuseppe Perta. Siglos después, y después de muchas otras, una joven opina lo mismo: sor Verónica María, que fue una bailarina profesional disputada por compañías europeas, que realizó brillantes estudios de derecho, hoy defiende la elección de la pobreza como una “transgresión”, la más subversiva, “porque va a contracorriente”, dice en la entrevista con Gloria Satta. También lo explica sor Françoise Petit, superiora general de las Hijas de la Caridad: el voto de pobreza no es obediencia a una regla sino una conducta libremente elegida.

¿Quiénes son?

Nos hemos interrogado por las “pobres” en la Iglesia y de la Iglesia. ¿Quiénes son? Y estas son las voces –muchas, elocuentes, apasionadas– de teólogas, docentes, fieles, sacerdotes, obispos, recogidas por Lucia Capuzzi y Vittoria Prisciandaro: son precisamente las mujeres que en la Iglesia son marginadas, humilladas, a las cuales no se las reconoce el rol, no obstante su fatiga, cultura e inteligencia. “Pobres son las mujeres (casi todas) que, en el lugar adecuado, un lugar de corresponsabilidad visible al mundo y a todos los fieles, podrían llenar las iglesias de esperanza y cambiar el mundo según el proyecto del reino y no pueden hacerlo“  dice con pocas e iluminadoras palabras Maria Pia Veladiano.