Cuidar semillas, sembrar futuro

El trabajo de Aurora Bailón en favor de mejores condiciones socio-económicas en Chocó

Entre los desafíos para una paz territorial en el Medio Atrato (Chocó) se cuentan el fortalecimiento de la producción agrícola y la necesidad de que los campesinos puedan comercializar sus productos en condiciones justas.

Hoy en día, las dificultades que encuentra la gente para garantizar su seguridad alimentaria a partir de cultivos tradicionales como el arroz, el plátano o la caña, son aprovechadas por quienes buscan lucrarse con la minería mecanizada y la tala indiscriminada de árboles en la región.

El conflicto armado no ha sido el único factor de desplazamiento forzado en el Medio Atrato ni la única causa de que las áreas de cultivo en algunas de sus zonas hayan disminuido. Según el profesor Salvador Palacios, habitante de la zona del río Munguidó, el Estado también es responsable de que la gente no encuentre bienestar en su tierra y deba dejarla.

Para hacer frente al abandono estatal y defender la vida en todas sus formas, el proceso organizativo de las comunidades negras del Medio Atrato ve como uno de los elementos determinantes de su plan de etno-desarrollo el componente productivo. Entre otros proyectos, ASPRODEMA, la empresa comunitaria creada por COCOMACIA en 2008, viene impulsando el cultivo de arroz según las lógicas de la economía solidaria. La institución ya reúne a más de 400 asociados. A nivel de infraestructura, además de un local para la venta de productos, cuenta con un molino semi-industrial para la trilla de arroz, una planta de secamiento estacionario y una empacadora vertical. Uno de los sueños es lograr algún día una producción de excedentes que permita responder a necesidades colectivas insatisfechas como la educación, la salud y la vivienda.

Hace tiempo que Aurora Bailón participa de la experiencia. La misionera claretiana lleva 35 años en el Medio Atrato y parte de su trabajo ha consistido en apoyar la gobernabilidad de las comunidades negras, en orden a su autodeterminación. Además de acompañar procesos de etno-educación y el surgimiento de reglamentos internos en las comunidades, Aurora ha coordinado acciones orientadas a mejorar las condiciones socio-económicas de la gente. En la actualidad, se halla implicada en la recuperación y mejoramiento de semillas nativas de arroz. Ya son cinco las especies recuperadas.

Años atrás, como resultado de un análisis del sistema productivo local, se descubrió la pérdida de fertilidad de las semillas nativas. Hubo ensayos para mejorar el rendimiento agrícola llevando a Chocó semillas mejoradas del Tolima y de la Costa; pero fueron infructuosos. Por eso se optó por recuperar las semillas nativas y mejorarlas. La iniciativa también ha involucrado un proceso de fertilización del suelo. La intención es crear bancos de semillas para poner al alcance de los productores, incluso en otras partes del departamento y del Pacífico. Según explica Aurora, mientras que en el Valle del Cauca una hectárea de cultivo produce entre seis y ocho toneladas de arroz, en Chocó, debido a la pérdida de fertilidad, una hectárea produce apenas tonelada y media. Mejorar el rendimiento daría notoriedad, además, al valor agregado de una producción orgánica, libre de químicos, como la que se promueve entre las comunidades negras del Medio Atrato. “La prioridad es el consumo local y el autoabastecimiento regional, pero si en algún momento uno puede vender algo para capitalizar a ASPRODEMA con eso se ayudaría para iniciar otros programas”, afirma.

Una evangelización liberadora

Desde que Aurora llegó a Chocó, proveniente de Zaragoza (España), su interés ha estado vinculado a aportar a las transformaciones sociales necesarias en la región. Dirigido por el padre Gonzalo de la Torre, el equipo misionero del cual comenzó a hacer parte en 1981 tenía muy claro que para contribuir a la dignificación de los habitantes del Medio Atrato se debía promover la organización comunitaria.

El fortalecimiento eclesial estuvo supeditado al crecimiento colectivo en una forma liberadora de evangelización que no separó lo espiritual de lo material. Todo lo contrario: la espiritualidad alentó y dio fuerza a los procesos organizativos de la gente en favor de hacer valer sus derechos étnicos. Junto a la formación bíblica y en materia de valores, se propició el fortalecimiento de la identidad cultural; se implementaron hogares infantiles; se conformaron grupos de salud, para la prevención de enfermedades y el fortalecimiento de la medicina tradicional; se creó una institución etno-educativa, para facilitar el estudio de bachillerato a personas adultas y jóvenes; se contribuyó al surgimiento del Consejo Comunitario Mayor de la Asociación Campesina Integral del Atrato (COCOMACIA); y se acompañaron, desde entonces, actividades productivas comunitarias, como la agricultura. Cuando se comenzaron a presentar desplazamientos forzados se ayudó a la población y se buscó su retorno.

En la década de 1990 el padre Gonzalo de la Torre dejó la diócesis de Quibdó. Aurora le prometió que mantendría el enfoque del trabajo realizado. Junto a un grupo de personas creó la Asociación de Seglares Claretianos, con la cual ha seguido dinamizando procesos formativos y promocionando humanamente a la gente.

“El rol desempeñado en cada momento o etapa ha ido cambiando en la medida que las organizaciones étnico-territoriales han asumido su papel, desplazando la presencia de los equipos misioneros hacia los programas que están más débiles en las comunidades”, explica.

Está convencida de que apoyar la gobernabilidad de las comunidades negras sigue siendo un desafío; en especial en el contexto que vive la región, que implica acoger a quienes dejen las armas y hacerles ver que tienen que poner de su parte para que la paz sea posible.

VNC

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