Un samaritano llamado Francisco


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A su regreso de Lesbos el Papa traía a 12 de los migrantes que había encontrado, detenidos, en la isla. Son tres familias musulmanas que huían del hambre y de la muerte y que habían hecho la travesía desde Alepo, en Siria, por Turquía hasta llegar a Lesbos, donde estaban retenidos por las autoridades, hasta que el Papa los adoptó.

El gesto contrasta con los de los países europeos que han cerrado sus fronteras a los migrantes. La medida contra estas personas hace parte de la campaña electoral de la ultraderecha en Austria, en donde el derecho de asilo se limita si la presión de los migrantes impone la medida defensiva del estado de emergencia. Hungría, Bulgaria, Grecia, Macedonia y Eslovenia se protegen con vallas fronterizas. Algo parecido está ocurriendo en América Latina contra la migración cubana. Ecuador, Panamá, Nicaragua y Costa Rica les están cerrando el paso hacia Estados Unidos.

Al contrario, Alemania integra a los migrantes, les enseña el idioma, les abre posibilidades de trabajo. La actitud acogedora ha dado resultados positivos: el sector educativo creció el 27% y se han abierto numerosos puestos de trabajo. En Francia, la llegada de los migrantes fue un factor para el aumento salarial entre el 2% y el 3%.

Lo que se hace en estos países por razones de conveniencia práctica o social, se está haciendo en iglesias como la española por razones evangélicas, que Francisco potenció con su ejemplo. La Iglesia de España ofreció al gobierno toda la ayuda que sea necesaria en favor de los migrantes y constituyó una red de entidades eclesiales para los migrantes, bajo la consigna de pasar de las declaraciones a los hechos. Ahora la comunidad de San Egidio proyecta un corredor humanitario para recibir a mil migrantes. Hasta el momento de escribir esta nota iban 97 migrantes del Líbano.

Según el Papa, ignorar el sufrimiento del hombre es ignorar a Dios

¿Se han convertido los migrantes en un signo de los tiempos? Dan lugar al fenómeno de una estampida humana creada por la guerra, por el hambre y por el instinto de supervivencia. Los migrantes son el testimonio vivo del fracaso de una civilización: ¿de qué sirven todas las conquistas tecnológicas, políticas o sociales si todavía, como en los más oscuros años del pasado, muchedumbres de humanos tienen que arriesgarlo todo para sobrevivir?

Su dolor y humillación de desarraigados interpela la conciencia de la humanidad y se convierten en un negativo signo de nuestro tiempo.

Las estructuras y las ideas políticas se revelan insuficientes e incoherentes ante la realidad de estas muchedumbres en fuga. Las discusiones parlamentarias en los países que cierran sus fronteras son difíciles y caóticas porque las contradicciones son evidentes cuando se trata de integrar a la idea de democracia, una estructura de exclusión para los que golpean a sus puertas. No puede ser democrática una sociedad que sanciona como política nacional una exclusión de esta magnitud. Francisco ha agregado otra contundente observación: ignorar el sufrimiento del hombre es ignorar a Dios.

Antes había dicho en la audiencia general del 27 de abril que ante tanto sufrimiento hay que dejar de ser espectadores. En efecto, los medios de comunicación hacen de gran parte de la población mundial espectadores pasivos e indiferentes de cuanto sucede en el mundo hasta el punto de convertir en rutina la desgracia ajena y de familiarizar con el mal hasta transformarlo en parte de la vida normal, que es tanto como banalizar el mal.

Enfrentar esa banalidad supone la erradicación del acostumbramiento y la pasividad pero, además, la desvalorización de la retórica. Según Francisco, a ese signo de los tiempos en que se han convertido las muchedumbres de migrantes no se le puede dar la respuesta del discurso moral o político, ni de las condenas teóricas. La lógica del samaritano impone curar las heridas antes de dar consejos. El dolor de estas gentes requiere acciones como la del samaritano que actuó en silencio y sin discursos, o la de Francisco al embarcar en su avión de regreso a Roma a esos doce migrantes.

¿Qué son esas cuatro familias frente a las miles que necesitan una ayuda eficaz? Una pequeña acción, como todas las que, sumadas, hacen una tragedia o una solución.