Sobre dos victorias


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El mismo día de la aparición del documento papal sobre el matrimonio y la familia se conoció en Colombia la victoria que le otorgó la Corte Constitucional al matrimonio homosexual.

Fue una coincidencia significativa y oportuna porque permite mirar el matrimonio desde una doble perspectiva: la de una victoria después de un largo proceso contra la renuencia de la Corte a pronunciarse sobre el asunto, a la que se sumaban la calculada indefinición de los partidos, la radical oposición de la Procuraduría y el rechazo de la Iglesia.

A la sensación de victoria sobre todos estos obstáculos siguió la certeza de que la causa de los derechos humanos había avanzado otro trecho.

Desde el ángulo opuesto, el de los opositores a la legalización de la unión homosexual, la decisión de la Corte fue mirada y sentida como una derrota y como un retroceso. Para este sector pasó invisibilizado el avance en Derechos Humanos. Se había reconocido un derecho individual, se le había dado respaldo al derecho a tomar una opción sexual y a reclamar una protección legal para esa decisión. Esto no se vio, o si se vio no se tomó en serio porque desde esta perspectiva la relación homosexual se ve como contraria a la naturaleza y como dañina para la sociedad porque es una negación de la vida, y su protección legal se califica como un atentado contra el bien de la sociedad.

En medio de esos dos puntos de vista el ciudadano del común no ve claro si la decisión de la Corte es buena o mala para la sociedad. Unas parejas que se condenan a la esterilidad y se niegan las alegrías de la paternidad, ¿le hacen daño a la sociedad? ¿Se harán daño a sí mismos al crear condiciones favorables para el crecimiento del egoísmo de pareja? Cualquiera sea la respuesta, ¿esto repercutirá en la vida de la sociedad?

Ninguna de las reacciones en pro o en contra tuvo en cuenta estas dudas, sólo se celebró una victoria y se lamentó una derrota. El documento papal, sin embargo, abrió una tercera perspectiva: el Papa no condenó las legislaciones civiles sobre la materia; rechazó, sí, la analogía con el matrimonio católico y reiteró: “toda persona, independientemente de su tendencia sexual, ha de ser respetada”. Los voceros eclesiásticos y de la Procuraduría debieron concluir que la tarea pastoral no es la de condenar sino dedicarse a proteger y fortalecer el matrimonio que, según Francisco, es un verdadero tesoro de la humanidad.

La tarea pastoral no es la de condenar ni lamentar; sino la de fortalecer el matrimonio como un tesoro de la humanidad

La otra victoria fue la de Javier de Nicoló. No fue mártir, pero sí fue testigo sin necesidad de derramar su sangre; derramó a borbotones su vida y su alegría para atestiguar el amor de Dios entre los más desposeídos. Lo mismo que habría hecho san Juan Bosco en nuestros días.

O fue lo que hizo desde su inmortalidad san Juan Bosco por las manos de Nicoló; o para ponerlo en términos altos y exactos: es lo que hizo Dios a través de Javier de Nicoló.

Lo pensé al seguir el impresionante cortejo que lo acompañó en sus honras fúnebres; también al recortar informaciones de prensa, columnas, editoriales, fotografías sobre este hombre que concentró la atención pública motivada por el testimonio de su vida.

El mundo está entendiendo que palabras, discursos, rituales y símbolos son poca cosa frente a los hechos. Si fue un lugar común que una imagen vale más que mil palabras, hoy se está dando por sabido que un hecho vale más que mil imágenes. Y la vida de Nicoló estuvo poblada de hechos desde su llegada a Buenaventura en 1948, hasta su partida en este 2016.

Al menos así lo testimoniaron todos los que, al recordarlo, atestiguaron que este sacerdote les había cambiado la vida.

En contraste con otros sacerdotes que han arrojado sombras y vergüenza sobre la Iglesia y su mensaje, Nicoló será recordado como un punto de luz. La Escritura se refiere a él cuando sentencia que los justos brillarán como estrellas. Que lo digan los 80.000 que él sacó del infierno de las calles, de la delincuencia y de la droga y que hoy recuerdan el paso de Javier por sus vidas como una fiesta.