José Beltrán, director de Vida Nueva
Director de Vida Nueva

Sentirse en casa. Pastor que cuida


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MIÉRCOLES 25. Releo un comunicado del día anterior sobre la crisis catalana. Sospecho de la credibilidad del firmante cuando señala con el dedo bien extendido los errores y abusos del otro y, sin embargo, se niega a reconocer errores de la bancada en la que se ha situado. Sospecho. Me entristece cuando quien firma el texto se siente e identifica como Iglesia. Quizá la ideología haya apresado a la comunión. Quizá. Solo quizá.

JUEVES 26. María canta: “Tómame, con todo lo que pienso, con todo lo que vivo”. A veces siento que me presento ante Él como me gustaría ser y no como soy. Como me considero que sería más adecuado pensar y no como pienso. Con lo que debería vivir y no vivo.

VIERNES 27. 15:27 h. El Parlament declara la independencia. Levanto mi mirada mientras camino por la Avenida del Ferrocarril. Una mujer se lía un cigarro en un banco. Un jubilado pasea al perro. Un urbanita se entrega a la fiebre del running. Un operario del Ayuntamiento sella una zanja. Cada uno a lo suyo. Acelero el paso, en tres minutos tengo que llegar al colegio. Puntual. En el patio, veo a Emma en modo saltimbanqui: “¡Eh! ¡Mírame! ¡Que soy independiente! ¡Como Cataluña!”. Juego de niños.

SÁBADO 28. Villaverde. En casa de los viatores. Puertas abiertas. Para celeberar quince años de Ain Karem. Música para zambullirse en el Dios de la vida. Voces de distinto tono y color que suenan a una. Un globo terráqueo que se desplaza de mano en mano entre los asistentes. Comunidad que sueña, que canta, que mueve. “Gracias Señor, de todo corazón”.

DOMINGO 29. Cambio en el reloj. Una hora más que se gana de sueño. O que se pierde de vida. Me lío.

LUNES 30. Sentirse en casa. Pastor que cuida. Con pasión y compasión. Palabras que pronuncia después de haberlas experimentado y contagiado. Cercanía que rompe con cualquier principado. Con un púrpura que no sabe a altura sino a abajamiento. No hay más secretos que el que formula: “Poner a Cristo en el centro de corazón, como expresión del amor que tiene que haber en nuestra vida si queremos hacer algo en el mundo”. Esfuerzo de conversión franciscana incomprendida para los que se enzarzan en divergencias abstractas ajenas a las heridas del mundo.

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