José Beltrán, director de Vida Nueva
Director de Vida Nueva

San Dámaso, a puerta cerrada


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JUEVES 5. Apertura de la Semana Nacional de Vida Consagrada organizada por el ITVR de los claretianos. Vídeomensaje a los asistentes. Pocas veces se ha dirigido Francisco de forma tan directa a nuestro país. Ni un signo de resignación o de lamento hacia un auditorio eminentemente femenino. Respaldo absoluto. Como el que les ofrece después Osoro: “Salid, hay que ser osados y atrevidos”. El respetable lo agradece.

SÁBADO 7. Tenía cinco años y recuerdo cómo la madre Consuelo acudía todos los recreos a buscarme a la clase porque querían que un niño de párvulos participara en la canción misionera. Ha llovido. Tanto que, en aquel momento, no existía ni la diócesis de Getafe. Hoy el festival local cumple 25 años. Y lejos de parecer una iniciativa caduca o caducada, se me revela como actividad de primer anuncio a través de la música. No solo para los que se suben al escenario. También para los que acompañan. Descubren que la Iglesia afina al compás de los tiempos. Suena mejor que bien.

Tarde de entrevista con el cardenal Maradiaga. No percibo un ápice de pesadumbre ni tensión después de los ataques recibidos en los últimos meses. Sabe vivir en medio del mar de Galilea. Sin temor a la noche ni a las olas. Lo afronta con humor.

DOMINGO 8. Rodríguez Carballo clausura el encuentro de religiosos en Madrid. “En España había una superpoblación de contemplativas. Es normal que se cierren muchos conventos, teniendo en cuenta la natalidad y la crisis de valores. Eso sí, tenemos que reaccionar para responder a esta realidad”. ¿Cómo? Con la constitución apostólica sobre los religiosos a punto de ver la luz.

LUNES 10. Hace unos días llegó a mi correo la convocatoria del curso sobre el nacionalismo. Ponente: el cardenal Rouco. Llego a la Universidad San Dámaso. En portería me advierten de que no hay convocatoria de medios. Me acerco al aula. Me vuelven a informar de que el acto no admite periodistas. Es más, en una situación inédita, pasan lista a los alumnos, no por los ausentes, sino para que no haya nadie de más. Espero cinco minutos para saludar al purpurado. Tiempo suficiente para que alguien me dé un recado directo del decano: acceso restringido. Retirada. En el pasillo me cruzo con el emérito. Estrecho la mano. “Ya me han dicho que es a puerta cerrada”. “Sí, a puerta cerrada”. Yo, de salida. No en salida.

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