Cardenal Cristóbal López Romero
Cardenal arzobispo de Rabat

René, tejedor de diálogo


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Mi hermano sacerdote salesiano, René Quemener, francés, vio segada su vida violentamente a los 89 años de edad. Un coche le atropelló, hace unos meses, mientras atravesaba correctamente un paso de peatones.



En el barrio popular de la ciudad de Lille donde vivía, la consternación fue enorme, particularmente entre la comunidad musulmana.

Y es que René, durante sus muchos años de jubilado, había creado un tejido de relaciones humanas de una intensidad inédita. No se dedicó a organizar congresos, coloquios o encuentros teológicos. No organizó ni puso en marcha obras sociales o educativas. Se limitó, –¡se limitó!, como si fuera poco– a ofrecer su presencia amistosa, a prestar su oreja para escuchar pacientemente, a saludar con abundancia, a dar una palmada en la espalda y a pronunciar una palabra de ánimo a quien la necesitaba, a poner su hombro al alcance del afligido que necesitaba apoyar su cabeza. En suma: amó, dio cariño y afecto, estableció lazos de amistad. Y no lo hizo institucionalmente, sino como un abuelo más del barrio: el abuelo del barrio.

Salesiano francés atropellado en Marruecos

Es cierto que también frecuentó y favoreció lo comunitario y asociativo, pero lo que le caracterizó fue el “estar” y su manera de estar. Si al diálogo islamocristiano le hiciese falta un patrón, yo le propondría a él.

Hay quien no cree en ese diálogo, seguramente porque no conoce ni personas ni situaciones en las que es una realidad viva y apasionante. O porque cree que el diálogo es una especie de debate televisivo o una suerte de “disputatio universitaria”.

Hay que encontrar a los muchos “René” que pululan en nuestras ciudades y pueblos para darse cuenta de que el diálogo, si es verdad que debe llegar hasta el cerebro, sin embargo, se inicia en el corazón, pasa por él y acaba en él.

El diálogo es una actitud

Más que un acto, el diálogo es una actitud. Actitud de escucha y de apertura, de estima y aprecio del que es diferente, de benevolencia y positividad en relación al otro. En resumen: el diálogo implica mirar y reconocer al otro con los ojos de Dios, tal como Él nos mira y acoge.

René tuvo un entierro como cristiano, religioso y sacerdote, en una solemne y concurrida eucaristía. Pero, a renglón seguido, la comunidad musulmana quiso rendirle homenaje con una no menos solemne ‘sadaqa’, banquete fúnebre en el que musulmanes y cristianos rezaron juntos.

“San René”, tejedor de diálogo, ruega por nosotros.

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