Redactor de Vida Nueva Digital y de la revista Vida Nueva

¿Por qué un obispo católico iba a querer enterrarse junto a Lefebvre?


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El funeral

Hace cinco días, en el seminario de Écône, el cuartel general (al menos en lo sentimental) de los lefebvrianos, se celebraron con toda solemnidad y con el rito antiguo los funerales del obispo emérito de Coira (capital del cantón de los Grisones, en Suiza oriental), diócesis de Church en su idioma local. Y es que Vitus Huonder falleció el pasado 3 de abril después de haberse retirado a una de las comunidades tradicionalistas.



Este prelado, tras su renuncia, estaba viviendo en el Instituto Sancta Maria de Wangs, vinculado a la Fraternidad Sacerdotal San Pío X después de habérselo pedido al papa Francisco. Con casi 82 años cumplidos se cumple ahora una de sus últimas voluntades, estar cerca de la majestuosa tumba –montada en 2020 con celebraciones propias de una canonización, casi inventándose una tradición– del obispo cismático Marcel Lefebvre –“con el obispo que tanto ha sufrido por la Iglesia”, señalan desde Écône citando al fallecido–. En 2019 el obispo explicaba su decisión junto al superior de los tradicionalistas con buenas palabras: “El único propósito de este obrar es consagrarse a la oración y al silencio, celebrar exclusivamente la misa tradicional, y trabajar por la tradición, único medio para la renovación de la Iglesia”.

En la celebración, que dura unas tres horas, el obispo Bernard Fellay –uno de los ordenados por el propio Lefebvre y que tiene su propio grupo de seguidores– preside los ritos que comienza con una procesión con el ataúd del prelado en la gruta de la iglesia principal, donde está enterrado el fundador. En la celebración participan unos 150 sacerdotes y seminaristas y en el templo principal se concentran unos 900 fieles –según la propia organización– teniendo en algunos momentos un sitio destacado los 150 alumnos de la escuela masculina –modernísima, por cierto, más allá de las sotanas– donde residía. Las vestiduras negras, el gregoriano o el enterramiento en la pequeña bóveda de la cripta impresionan sin duda. Pero, ¿dónde está su comunidad diocesana?

La diócesis

En febrero de 2021 el papa Francisco nombraba como nuevo obispo de Coira al sacerdote español Joseph M.Bonnemain, miembro del Opus Dei, que era hasta ese momento el vicario judicial de la misma diócesis. Este llegaba a la cátedra a sus 72 años como encargado de suceder a Vitus Huonder, quien se había ido a una residencia lefebvrianadesde que se aceptara su renuncia en 2019.

Ahora con 75 años sigue siendo el obispo que se encontró de consenso por parte del Vaticano como cerrar la problemática sucesión de Huonder ya que Pío XI concedió a esta diócesis –junto a Basilea y San Galo– el privilegio de tener la última palabra en la designación del obispo por parte del cabildo catedralicio a partir de una tanda de trescandidatos propuestos por la Santa Sede. La elección de Bonnemain se produjo tras rechazar a los otros dos candidatos que eran ajenos al clero diócesis como publicó en su día Vida Nueva.

Al llegar al nuevo cargo no escondió que las aguas en la diócesis estaban revueltas. “Sufrimos divisiones que no podemospermitirnos, pues nos impiden buscar la fraternidad de la que la Iglesia debe ser modelo”, señalaba entonces. Ahora ha tenido que salir al paso de las críticas por su presencia en el funeral de cuerpo presente –en primera fila, pero sin concelebrar– del obispo emérito. En un comunicado antes de la celebración de este funeral deja claro que “desde el principio lamenté que decidiera pasar los últimos años de su vida en Wangs y que ahora vaya a ser enterrado en la iglesia del seminario de la Fraternidad Sacerdotal San Pío X” que, recuerda, “tiene un estatus irregular en la Iglesia Católica”. “Cuando, como obispo de Coira, asisto al funeral de un antiguo obispo diocesano de la diócesis, lo hago en la actitud en la que me encuentro ante la tumba de todo ser humano. No me corresponde a mí juzgar su vida y su obra. Sólo Dios conoce nuestros motivos e intenciones”.

Para el prelado, “el estatuto canónico de la comunidad no está directamente relacionado con las viejas heridas y tensiones de la diócesis de Coira. Ya es hora de que las dejemos atrás y demos un paso hacia los demás. Si en la Iglesia católica no estamos dispuestos a actuar así, ya no podremos hablar con credibilidad de reconciliación, paz y fraternidad”, apela recordando que la propia diócesis rezará por su obispo emérito en otro funeral en la catedral, como así fue, el pasado 19 de abril.

“Me atrevo a decir que su vida se caracterizó siempre por estas dos caras: el anhelo de un mundo intacto, virgen, santo, y la dificultad de aceptar la realidad, de aceptar un mundo que sigue necesitando redención”, señaló el obispo Bonnemain en la homilía del funeral (diocesano) al repasar la vida del difunto que desde sus primeros años de sacerdocio no se sentía cómodo siendo párroco, según él mismo escribió. Por ello se refugiaría en el mundo académico hasta que fue llamado vicario general de la diócesis que comprende el Principado de Liechtenstein –dimitiendo dos años después por el agobiante trabajo–. “Sus luchas con el mundo y el presente de la Iglesia eran palpables”, señaló el obispo.

En 2007 sería nombrado obispo de Coira hasta que, relata el prelado actual, “tras su propia jubilación, el buscador de un mundo protegido, intacto y apartado, encontró finalmente la paz con la Fraternidad Sacerdotal de San Pío X en Wangs, y en una liturgia preconciliar, ritualizada y prescrita con precisión, tal como la conocía y apreciaba desde su infancia. Todos conocemos su decisión de ser enterrado en Ecône, cerca de monseñor Marcel Lefebvre. Yo describiría todo esto como un último hogar, en un mundo perfecto de su imaginación”. Impecable diagnóstico.