Mártires y perseguidores en el siglo XXI


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La persecución de hoy a los cristianos es superior a la de los primeros siglos

Este sacerdote misionero que tengo delante nunca olvidará en su vida el momento en que tres hombres armados detuvieron el vehículo que conducía con su obispo Jesús Emilio Jaramillo al lado.

Se lo llevaron con la promesa de devolverlo, le quitaron las llaves del vehículo y las arrojaron al monte y se fueron. Todo había ocurrido en cuestión de minutos y mientras buscaba en la oscuridad las llaves comenzó la duda: ¿lo devolverán? Al día siguiente supo que sus previsiones eran ciertas, al encontrar el cadáver torturado de su obispo.

¿Fueron los mismos asesinos o los promotores del crimen los que difundieron que el padre Elmer había sido cómplice de los asesinos? Sustentaron la malévola duda en una pregunta: ¿por qué el obispo fue la víctima y el sacerdote no?

La muerte de este obispo y la calumnia contra este sacerdote fueron dos de los episodios de persecución contra cristianos que registró un informe reciente (ver reseña de libros, p. 48 bajo el título: El libro negro de la condición de los cristianos en el mundo, que demuestra que esta persecución universal es uno de los escándalos mayores de nuestro tiempo.

Se trata de ese retroceso en civilización: “Estoy convencido de que es más intensa que en los primeros siglos de la Iglesia”, afirmó el papa Francisco ante un sorprendido redactor del periódico La Vanguardia, de Barcelona.

Y las cifras demuestran que el Papa no exageraba. El Centro para el estudio del cristianismo global reunió datos que le permitieron afirmar que en el último decenio fueron muertos por motivos religiosos 100.000 cristianos. El teólogo alemán Thomas Schirrmacher consideró excesiva la cifra y habló de 7.000 cristianos muertos cada año. Según esto, la primera cifra supondría la muerte de un cristiano cada hora en este decenio, la segunda cifra, considerada plausible, permitiría afirmar que en estos 10 años fue muerto un cristiano cada día.

Crece la agresión

Según el cardenal Jean Louis Tauran, presidente del Consejo Pontificio para el diálogo interreligioso, el número de cristianos perseguidos en el mundo oscila entre 100 y 150 millones, lo que hace del cristianismo la religión más perseguida del mundo. Lo confirma el presidente de la Comisión Internacional para los derechos humanos, Marlon Lessenthin: el 80% de los hechos de persecución religiosa perpetrados en el mundo se concentra en los cristianos. En Estados Unidos un consorcio nacional para el estudio del terrorismo coincidió: los actos terroristas contra los cristianos en el mundo tuvieron entre 2003 y 2010 un incremento del 309%.

Concluía el Pew Forum sobre religiones en Washington que los cristianos son víctimas de persecución en 139 países, o sea, en las tres cuartas partes de las sociedades humanas.

Ante estas cifras el columnista del Boston Globe, John Allen, especialista en religiones, reflexionó: “un símbolo de la historia religiosa de este comienzo del siglo XXI es la guerra contra los cristianos. Un dato de escándalo, pero el menos comentado”. ¿Por qué?

Foad Twal, patriarca católico de Jerusalem en una conferencia dictada en Londres interpeló a su audiencia: “Nadie escucha nuestra queja. ¿Cuántas atrocidades más debemos padecer antes que alguien, de cualquier parte, venga en nuestra ayuda?”.

A la incertidumbre, el terror y el dolor de los cristianos perseguidos se agrega el sentimiento de estar solos y de no importarles a nadie.

Es una frialdad que debe tener explicación; la intentó Regis Debray, el intelectual comunista, quien se acogió a la metáfora del ángulo muerto, ese que las cámaras de cine y fotografía ignoran porque, en este caso, las víctimas son demasiado cristianas para interesar a la gente de izquierda, y demasiado ajenas para movilizar a la derecha. Los hechos, además, están demostrando que en la Iglesia de occidente la persecución de los cristianos en oriente no es una prioridad.

La luz y el camino

El lenguaje ecuménicamente correcto aporta otra explicación para la indiferencia. Son cristianos que temen contribuir a un choque de civilizaciones y que adoptan formas de expresión corteses, aunque deban volverle la espalda a la realidad y a los perseguidos.

Se preguntan los que buscan explicación para esa frialdad si una imagen de la fe predominante en occidente es la del evangelio de la prosperidad que se atribuye a pentecostales y evangélicos, que asocian la fe cristiana a la riqueza y al éxito, a la paz interior y a la serenidad y rechaza el estrés de los conflictos; en consecuencia, agregan, las víctimas de las persecuciones son responsables de su suerte, porque así se lo buscaron.

Así el dolor de los perseguidos ilumina las debilidades de la Iglesia y señala el camino para responder a la vocación cristiana.