Los pies de barro de Trump


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Exitoso empresario, aunque bisoño como político, Trump sabe que al éxito se llega por un camino empedrado de riesgos. Son los que encara en su desafiante enfrentamiento con los medios de comunicación. Acaba de llamar a The New York Times “Noticias falsas” y en una rueda de prensa, la primera como presidente, acusó de mentiroso y le negó la palabra al reportero de CNN. Su oficina de prensa, por otra parte, ha creado una nueva categoría: la de “hechos alternativos”, una eufemística manera de decir que la verdad es la que procede de la fuente oficial. Esta teoría se aplicó al informar sobre el acto de posesión. En este momento las negociaciones entre AT&T y Times Warner por 85.000 millones de dólares están amenazadas de obstrucción por el presidente que, desde los tiempos de su campaña presidencial, declaró la guerra contra la CNN, cuya adquisición sería uno de los factores de negociación. Este es apenas uno de los episodios de una actitud de gobierno que pretende que “la prensa tiene que callarse”, según el áspero lenguaje de Steve Bannon, el millonario consejero del presidente.

La prensa, que puede contarse como uno de los elementos de triunfo de Trump, es ahora su enemiga. Le ayudó eficazmente al difundir su discurso de candidato, pero sin tomarlo en serio, de modo que la información que los medios publicaron con ligereza fue acogida literalmente y con seriedad de creyentes por los seguidores de Trump.

Ahora los medios parecen haber recapacitado y se muestran dispuestos a tomar en serio y a leer críticamente su discurso. Es lo que espera de ellos un público que después de la posesión presidencial incrementó en un 10.000% la compra de la novela futurista de George Orwell, 1984. Así lo certificó, la NPR, la editorial que publica el libro escrito en 1948.

Su gobierno defiende la vida de los fetos, pero rechaza la vida de los inmigrantes

1984

Esta muchedumbre de lectores cree ver en la novela, como en un espejo, lo que está ocurriendo en su país. Ven la reaparición del “Ministerio de la Verdad” previsto por Orwell, creen estar escuchando la neo-lengua en el discurso del propio presidente y de la corte de millonarios que lo rodea, encuentran el mundo paralelo de 1984 en el hiperactivo tuitero Trump, y temen que muy pronto habrá una policía del pensamiento y unas jornadas de odio como en el país creado por Orwell. De hecho, el sábado 28 de enero, algunos aeropuertos internacionales dieron cuenta de la insólita acción de agentes del gobierno que interrogaban a los pasajeros internacionales recién llegados, sobre sus preferencias políticas y personas que tenían tarjeta de residencia permanente al país no pudieron entrar.

La resistencia contra Trump

Y como si se tratara de reproducir en detalle el mundo de Orwell en este país de la libertad y de la democracia, se ha comenzado a hablar de “resistencia” como ocurría en Francia bajo el régimen invasor de los nazis.

De esa resistencia hacen parte los promotores de las marchas que se han mantenido en distintas ciudades del país después de la posesión de Trump, para rechazar su elección y su presencia en la Casa Blanca.

El pasado 26 de enero partió la versión 44 de la marcha por la vida. Aunque hubo quienes quisieron verla como un evento de apoyo a Trump y como versión en contra de las marchas de protesta, fue un evento distinto. Contó con la presencia del cardenal arzobispo de Washington y de la dirigencia republicana, en apoyo de la política antiabortista de Trump. Pero en la conciencia de los estadounidenses apareció claro uno de los muchos dilemas éticos que se plantearán durante este gobierno que preserva y defiende la vida de los fetos, pero rechaza la vida de los inmigrantes. Es una contradicción que marca como un sello el nuevo período de la historia de Estados Unidos.

Es, pues, un gobierno que se propone recuperar la grandeza de este país; pero más pronto de lo que quisieran Trump y sus seguidores han aparecido los pies de barro del gigante que quieren ser.