La pastoral de los diferentes


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En la cultura judía de los tiempos de Jesús, una mujer no podía tocar a un hombre durante los días en que la ley la declaraba “impura”.  Esto ocurría después de dar a luz o mientras menstruaba; en los casos de adulterio eran ellas las culpables y las que debían ser castigadas porque, explicaba Flavio Josefo el historiador, citado por Pagola, “según la Torá la mujer es inferior al varón en todo”.

Fuertemente arraigadas en la cultura, estas ideas no parecieron contar para Jesús que, para escándalo de sus enemigos, siempre estuvo rodeado por mujeres. En un banquete una mujer acariciaba sus pies, los regaba con sus lágrimas y los ungía con un fino perfume, con lo que provocó el reclamo del dueño de casa. Excluidas y tratadas como causa de pecado, Jesús “ni se asusta ni las condena”. Conversa largamente al pie de un pozo, un lugar público, con una mujer samaritana; las señala como ejemplo de amor generoso y asume la defensa de la adúltera cuando, según la costumbre, debía ser lapidada.

Son hechos, más abundantes de los que abarca esta enumeración, que plantean el tema de la actitud de Jesús ante una cultura y unas prácticas que el común acogía.

“El Evangelio trasciende toda cultura y no puede ser domesticado por ninguna de ellas”, anota el teólogo Robert Schreitter al estudiar las relaciones entre la fe y la cultura. “El Evangelio accede a la cultura y la analiza, afirma lo que hay de bueno y verdadero en ella y luego eleva esa bondad y esa verdad a un nivel aún más alto”.

Los enemigos de Jesús, armados con la letra de las leyes, a la que sacaban filo con su malicia, nunca le escucharon argumento legal alguno contra ellas porque otras eran su mirada y punto de vista frente a ellas. Dentro de su perspectiva del Reino de Dios, las minucias de la pureza legal poco significaban; para Él, el Reino de Dios y su justicia y el lugar de la mujer en el Reino, lo eran todo.

Y así como fue contra la corriente cultural relacionada con las mujeres, lo hizo con el reposo sabático y con la relación con el César y con el dinero y con el templo. Su palabra y sus acciones al relacionarse con aspectos de la cultura, la cambiaron. Tal fue el hecho, pero ¿cómo llegó a producirse ese cambio?

Es ahí donde aparecen el modo y la acción pastoral de Jesús.

En el Concilio Vaticano II se habló de ese modo. “(La Iglesia) no está vinculada a ninguna forma particular de la cultura humana”, quedó escrito en la Constitución sobre la Iglesia y el mundo de hoy. “Cuanto de bueno, verdadero y justo se encuentra (en las culturas) el Concilio lo mira con el mayor respeto” (Gaudium et spes 42).

No pasó por la imaginación de los padres conciliares que en la evangelización de las culturas pudieran tener cabida los problemas pastorales que plantea la exigencia de las parejas homosexuales de ser reconocidas como matrimonio, dentro de un proceso cultural en el que se entremezclan los valores tradicionales, con las novedades, las ambigüedades y los dogmatismos.

Es cierto que gran parte de esas parejas no está reclamando, ni admite necesitar, una pastoral. Pero sí exigen o que la Iglesia no intervenga o que si interviene no sea para negar sus pretensiones.

Sea lo que sea, la existencia de estas parejas plantea para la Iglesia un reto pastoral. Se puede discutir si se trata de ovejas descarriadas, ovejas perdidas o de ovejas diferentes. Lo que es indiscutible es que se trata de personas a las que una parte de la sociedad rechaza y, por tanto, son objeto de la acción pastoral de la Iglesia.

Se puede discutir si se trata de una cultura; pero aún si no se admite como cultura, es un hecho que estas parejas no pueden ser excluidas de la acción pastoral que se inspira en la acción y palabras de Jesús.

No puede reducirse esa acción a la discusión jurídica sobre su legalidad o no, de acuerdo con la Constitución. La actuación de Jesús frente a la cultura imperante ni se apoyó en normas legales ni tuvo en cuenta el pensamiento de los legisladores; para Él solo contó la lógica del Reino de Dios.

De acuerdo con esa lógica el pastor conoce a sus ovejas. Y conocer a estas parejas es llegar al conocimiento de cómo se construye el género en la cultura, en la conciencia personal, en la vida social, para tener una visión más precisa y justa de esta parte diferente de la grey que ha de ser pastoreada.

Es característica de la acción pastoral de Jesús la presunción positiva de que todos pueden ser salvados. Si el mandato es ir hacia los alejados, es porque está latente la convicción de que la buena nueva también debe ser para ellos.

Durante su larga experiencia pastoral la Iglesia siempre encontró el lenguaje y los mecanismos para llegar con su mensaje de salvación a todos los humanos. Con éxito en muchos casos, fracasando en otros, pero en todos la Iglesia siempre ha sido la expresión de un amor que no se cansa y que cree que en todos los humanos el amor de Dios puede iniciar una nueva creación.