La alerta del Papa


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Ante los embajadores acreditados en el Vaticano, el Papa hizo un llamado de alerta. Según el Pontífice “no se puede guardar silencio ante la amenaza a la libertad religiosa de las familias en algunos países europeos en los que se impone la participación en cursos de educación sexual que transmiten concepciones de la persona y de la vida presuntamente neutros, pero que en realidad reflejan una antropología contraria a la fe y a la recta razón”.

Y otra vez, como en todas las ocasiones en que Benedicto XVI cuestiona los puntos de vista del mundo actual sobre el sexo, llovieron los comentarios y los rechazos.

Por los mismos días un grupo de especialistas en asuntos de pareja publicaba en el New York Times sus observaciones sobre la felicidad en pareja. Motivaba el estudio la infelicidad de montones de personas que se soportan juntas solo por amor de los hijos, o por motivos religiosos, o por razones sociales o económicas, como si esa fuera la única alternativa para vivir una relación prolongada.

Un profesor de sicología de la Universidad de Nueva York sostiene que  hay razones que hacen significativa y disfrutable la vida de pareja. Un investigador de la Universidad Vrije de Amsterdam, estudioso del tema, habla del efecto Miguel Angel, o sea la forma en que las parejas se esculpen entre sí, porque acumulan conocimiento y experiencias que logran lo que dos profesores de la Universidad de Monmouth y de la Universidad de New Jersey llaman “el crecimiento personal de los dos”.

Ese proceso de feliz crecimiento en pareja lo ilustró uno de estos profesores con siete pares de círculos en que el primero aparece uno al lado del otro, que es el caso de las parejas que viven una aburrida rutina apenas soportable. Las otras series acentúan el progresivo acercamiento hasta lograr la superposición total, que son los que adoptan los mejores rasgos del otro. “Si una pareja nos ayuda a ser una mejor persona, estamos más felices y satisfechos en la relación”, concluye el doctor W. Lewandowski.

A nadie parece molestar que estos científicos sociales se hubieran metido en las vidas de decenas de parejas para obtener los datos de su investigación y que sigan influyendo en sus relaciones a través de las conclusiones de su estudio sobre la fórmula para matrimonios sostenibles.

El Papa y los científicos no podían estar más de acuerdo en su concepción y diseño de una visión de la sexualidad. Los identifica esa búsqueda de lo que puede hacer una felicidad sostenible de las parejas. Para ellos es claro que hay caminos que no conducen a esa felicidad; indagan lo que ocurre en la vida de la pareja, pero los diferencia la percepción que la gente tiene de ellos: el Papa genera polémicas apasionadas, los científicos logran una discreta admiración y aceptación.

Las ardientes polémicas alrededor del discurso papal sobre asuntos de sexo, tendrían otro tono si se lo entendiera, no como un ejercicio autoritario para imponer puntos de vista institucionales y divorciados de la realidad, sino como una generosa defensa de la felicidad y dignidad de los humanos.

A los investigadores se les agradece su aporte cuando dicen a las parejas que la felicidad y la satisfacción en la relación aparecen cuando el intercambio de experiencias y conocimientos los convierte en mejores personas; porque se entiende que detrás de esa conclusión está la experiencia del fracaso de la fórmula recetada en la educación sexual y en los medios de comunicación que hacen consistir el éxito de la pareja en una intensa actividad sexual.

En el libro del padre Jesús Antonio Pagola, reseñado en esta edición, se lee una inteligente observación sobre una común idea de Dios como alguien que anota, meticuloso, todos los pecados y errores de la gente, para castigarlos: “Dios no es así”, afirma perentorio. “Él no es un Dios resentido ni enfadado, ni el pecado ofende a Dios. Él lo rechaza porque te hace daño, te deshumaniza, te encierra en ti mismo, no te deja vivir con dignidad”.

Es la intención y el enfoque del discurso papal y de su alerta. Que si se entendiera provocaría como reacción, no la malhumorada polémica sectaria, sino una agradecida sensación de descubrimiento salvador, propiciado por una oportuna voz de alerta.