Redactor de Vida Nueva Digital y de la revista Vida Nueva

¿Han aceptado los religiosos ‘Traditionis custodes’?


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La audiencia

A comienzos de septiembre el (relativamente) nuevo abad de Solesmes, Geoffroy Kemlin, tuvo una audiencia privada con el papa Francisco. Lógicamente, tratándose del monasterio benedictino francés de referencia en lo que ha vivencia de la liturgia de rito romano se refiera, el documento ‘Traditionis custodes’ salió a colación. El abad ha dado una amplia entrevista a I.Media en la comenta el intercambio de ideas que ha mantenido al respecto sobre la situación de la liturgia tradicional y, por decirlo de alguna manera, la de la reforma conciliar.



“Presenté al Papa Francisco cómo se había percibido la Traditionis custodes en Francia y por qué había podido suscitar incomprensión entre tantos católicos”, confiesa Kemlin quien, con tono más conciliador que polémico, añade: “Salí de esta reunión tranquilizado y fortalecido en mi papel de abad para discernir situaciones. Esta confianza del Santo Padre es muy apreciable”. La Congregación de Solesmes agrupa a 24 monasterios de monjes y 8 de monjas, algunos en España, y es que en algunos de ellos se emplea el misal anterior al Vaticano II.

Por ello, es el propio religioso el que traía en su agenda algunas cuestiones sobre la aplicación del motu proprio ‘Traditionis custodes’ publicado en 2021 y que restringe el uso de la liturgia tridentina al mínimo tras unos años de vigencia del permiso otorgado en determinadas situaciones por Benedicto XVI. “Me ilustró en varios puntos y estoy satisfecho”, ha cometado el monje, con quien el Papa ha sido directo: “Eres un monje, y el discernimiento es lo que hacen los monjes. No te voy a decir ni que sí ni que no, pero te dejaré discernir y tomar tu decisión. Este consejo, que el Papa ya había dado a los obispos franceses que vinieron a verle, es muy paternal. Por lo tanto, me siento muy libre y tranquilo. Cuando me decida, sé que haré lo que quiere el Papa Francisco”.

Los monasterios

Cuando en 2007, en su tercer año de pontificado, el papa Benedicto XVI publicó el motu proprio ‘Summorum pontificum’ abría la puerta de rescatar el misal anterior no solo a los fieles cercanos a la Fraternidad de San Pío X y sus satélites católicos. En su artículo 3, Ratzinger establece que “las comunidades de los Institutos de vida consagrada y de las Sociedades de vida apostólica, tanto de derecho pontificio como diocesano, que deseen celebrar la Santa Misa según la edición del Misal Romano promulgado en 1962 en la celebración conventual o ‘comunitaria’ en sus oratorios propios, pueden hacerlo. Si una sola comunidad o un entero Instituto o Sociedad quiere llevar a cabo dichas celebraciones a menudo o habitualmente o permanentemente, la decisión compete a los Superiores mayores según las normas del derecho y según las reglas y los estatutos particulares”.

En este tiempo algunas comunidades han seguido este punto. Algo que se ha extendido por Estados Unidos o Centroeuropa. Dominicos, cistercienses, trapenses y benedictinos, en sus ramas masculinas y femeninas, así como algunos institutos y nuevos movimientos se han sumado a esta iniciativa. Entre los benedictinos el caso más evidente es que en la abadía benedictina de Nursia (Italia), un peculiar monasterio que surge en 1998 cuando un destacado liturgista benedictino se va de Roma con un grupo de jóvenes monjes y lleva la liturgia tradicional a la basílica de san Benito. Aunque también en Francia, dependientes de Solesmes, se han rescatado los libros litúrgicos antiguos –incluso desde los años 80 del siglo pasado– en Fontgombault y en sus fundaciones en Auvernia, Triors, Gaussan o Estados Unidos. También se adoptó en Barroux –que incluso llegó a pasarse a las filas de Lefebvre hasta que Benedicto XVI lo rescató en 2008– y sus fundaciones. Brasil o la isla de Tasmania han sido algunas regiones a las que han llegado las fundaciones de monasterios con el rito tradicional. En total, según los promotores del rito antiguo, una treintena de comunidades religiosas de todo el mundo –sin contar las comunidades de derecho diocesano– han adoptado en estas décadas la liturgia tridentina.

La experiencia

La filósofa de origen judío –y entonces, en cierto modo, relativamente agnóstica– Simone Weil acudió en la Semana Santa de 1938 a Solesmes. Tras una fallida participación como soldado en la Guerra Civil española se intensifican sus reflexiones sobre el dolor y el sufrimiento humano. Y entonces entra en un mundo nuevo a través del canto gregoriano, tanto es así que escribió que había “encontrado una alegría interior pura y perfecta en la inaudita belleza del canto y las palabras”. La liturgia le ofreció un ideal de belleza que le acercaría más al cristianismo. Algo especial había sentido también de niña cuando en un viaje a Portugal, en un pequeño pueblecito de pescadores escuchó los cantos durante una procesión. El canto, en el que parece mezclarse el llanto y la fe, la irá acercando a la cruz.

En la abadía de San Pedro de Solesmes ya no hay las colas que hace años abarrotaban la iglesia conventual para la que hacía falta reserva previa los domingos. Sin embargo, muchos acuden a celebrar la fe con esta comunidad de 42 monjes. La hospitalidad y el gregoriano son algunas de sus señas de identidad. Ahora su patrimonio inmaterial puede seguir extendiéndose en el tiempo a través de la apuesta de Francisco por la reforma litúrgica que surge del Vaticano II y que ratifica ‘Traditionis custodes’ para, como él mismo escribe, “promover la concordia y la unidad en la Iglesia”. Es la hora del discernimiento, la hora de la comunión. Muchos son los que podremos seguir descubriendo en una liturgia que conecta con la persona esa alegría interior pura y perfecta.