¿En qué consiste la conversión cuaresmal?


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El pasado 22 de febrero daba comienzo la Cuaresma, como todos los años, con el Miércoles de Ceniza. Ese día tuve clase, y decidí proyectar a los alumnos la película ‘El festín de Babette’ (Gabriel Axel, 1987). Me pareció que no solo no rompía el curso de las clases, sino que podría añadirle un plus, además de forma artística.



La única película que un papa ha citado en un documento magisterial

‘El festín de Babette’ es una gran película que recibió la palma de oro en el festival de Cannes en 1987, y el premio Bafta y el Óscar –ambos a la mejor película en lengua extranjera– en 1988. Un palmarés admirable. Además, es la única película que un papa ha citado en un documento magisterial. En concreto, en la exhortación apostólica pos-sinodal ‘Amoris laetitia’. En el n. 129 del documento, el papa Francisco dice: “Las alegrías más intensas de la vida brotan cuando se puede provocar la felicidad de los demás, en un anticipo del cielo. Cabe recordar la feliz escena del filme ‘El festín de Babette’, donde la generosa cocinera recibe un abrazo agradecido y un elogio: ‘¡Cómo deleitarás a los ángeles!’ Es dulce y reconfortante la alegría de provocar deleite en los demás, de verlos disfrutar. Ese gozo, efecto del amor fraterno, no es el de la vanidad de quien se mira a sí mismo, sino el del amante que se complace en el bien del ser amado, que se derrama en el otro y se vuelve fecundo en él”.

El festín de Babette

Sin entrar en la interpretación cinematográfica que se suscitó a propósito del valor “crístico” de la figura de Babette (yo soy un decidido partidario del sí), me parece que el filme plasma, al menos, dos de los textos litúrgicos de la fiesta. En primer lugar, el pasaje de la primera lectura de la misa: “Rasgad vuestros corazones, no vuestros vestidos, y convertíos al Señor, vuestro Dios, un Dios compasivo y misericordioso, lento a la cólera y rico en amor, que se arrepiente del castigo” (Jl 2,13). La conversión cuaresmal está orientada al descubrimiento de un Dios fundamentalmente misericordioso y, por tanto, a abandonar otras imágenes de Dios.

En segundo lugar, la lectura de la segunda carta a los Corintios. En el fragmento litúrgico leemos: “Al que no conocía el pecado, [Dios] lo hizo pecado en favor nuestro, para que nosotros llegáramos a ser justicia de Dios en él” (2 Cor 5,21). Algunos intérpretes consideran que la traducción más adecuada tendría que ser: “Dios lo hizo sacrificio por el pecado…”, teniendo en cuenta que, en hebreo, la misma palabra vale para “pecado” y para “sacrificio por el pecado”. En todo caso, el sacrificio de Cristo es para dar “vida, y vida en abundancia” (Jn 10,10).

Este es el horizonte que nos plantea la Cuaresma.