El tercer nacimiento de Gramalote


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“Que tenga colegios, parroquia, hospital, teatro e industria turística”. Y como si se aclararan las imágenes de su deseo ve un colegio de bachillerato de las bethlemitas con estilo campestre, un monasterio de monjas clarisas, un parque ecológico, hospital y centros de salud, todo amplio y luminoso. El alcalde Angel Celis sueña el nuevo Gramalote.

Cuando fundaron este pueblo en 1857 estaba a unos kilómetros de este sitio y se llamaba Caldereras, por el nombre del río cercano, y todavía se conocía con ese nombre cuando lo reubicaron en 1883, que fue la fecha del segundo nacimiento. El terremoto de Cúcuta en 1875 había dejado fallas geológicas que finalmente aconsejaron su traslado. Entonces tuvo otro nombre de poca duración: Galindo, apellido de un militar vinculado a la historia del pueblo. Poco después ese nombre fue reemplazado por el de Gramalote, por una planta abundante en la región. El desastre invernal del año pasado determinó el tercer nacimiento que comenzó muy pronto a gestarse en la imaginación de los gramaloteños que dejaron atrás los lamentos por las casas que se agrietaron y cayeron, para imaginar el nuevo Gramalote.

“Que conserve sus virtudes”, desea Rafael Niño, profesor del colegio, “que mantenga sus puntos simbólicos: la iglesia, el colegio, el hospital, el convento”, dice el general Gutiérrez, comandante de policía, “un pueblo con cultura propia, que se identifica con la vida religiosa”, es el sueño del párroco, el padre Emín Mora. El obispo, monseñor Luis Madrid Merlano, les confiesa a los periodistas de su semanario diocesano La Verdad, que teme otra clase de terremoto: el de las elecciones de este año. “Los partidos políticos parten la comunidad” y querría separar en el tiempo las tareas de reconstrucción del terremoto electoral. Su  sueño personal es una comunidad unida “quiero que no se pierdan sus grandes valores”.

Gramalote nació como un lugar de paso de comerciantes y colonos, alrededor de un oratorio. No era parroquia y allá se celebraba la eucaristía cuando algún sacerdote de paso, apremiado por los vecinos, llamaba a misa. Comenzó a ser parroquia en 1866 con el padre Secundino Jácome; y otro sacerdote, el padre Domiciano Antonio Valderrama fue el que promovió el traslado de la población en 1883.

La de entonces fue una salida menos precipitada que la del 17 de diciembre pasado cuando el padre Mora, al terminar la misa, en vez del tradicional: id en paz, les dijo a las cerca de 300 personas que se habían reunido para la misa y la novena de aguinaldos, que debían empacar lo que pudieran y salir del pueblo cuanto antes porque el peligro era inminente.

La orden del párroco les llegó a casi todos los 7850 habitantes del pueblo que ya habían comenzado a sentir lo que Francisco Meza describió como “un volcán que pasó por ambos lados de su casa y debajo de ella abrió una profundidad de cien metros que dejó barranco a lado y lado”.

Así comenzaron a caerse todas las casas y edificaciones. En poco tiempo solo quedó en pie el 10 por ciento de las edificaciones de Gramalote.

Sin embargo, la vieja iglesia parroquial permaneció en pie como símbolo de una realidad ejemplar. Hoy los habitantes de Gramalote sueñan con la nueva población, no tanto en términos de construcciones físicas. Con su obispo y su párroco aspiran a una comunidad “ purificada de corruptelas, de celos políticos, de divisiones desastrosas”, como lo expresa el editorialista de La Verdad en una inolvidable edición de comienzos de año.

Así como en lo nacional, la emergencia invernal ha servido para emprender cambios radicales indispensables, la visión pastoral de la Iglesia en Cúcuta y en Gramalote ha identificado la urgencia y la posibilidad de reconstruir, con el pueblo, el alma de los gramaloteños.

Las crisis provocadas por los desastres se convierten en oportunidades para personas y comunidades capaces de admitir sus debilidades y de descubrir las posibilidades que se abren con una nueva oportunidad. Las de Gramalote han sido  tres oportunidades. Al oír a su gente y sus dirigentes se afirma la certeza de que ésta será tan promisoria como un nuevo nacimiento.