José Beltrán, director de Vida Nueva
Director de Vida Nueva

Digan lo que digan


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VIERNES. Revuelo de mensajes por la nueva mitra designada. Quienes juegan a las quinielas como si esto fuera un juego de malabares ya tenían repartido su pleno al quince. Y se lo habían hecho creer a quienes les siguen. Se les han caído las mazas de la credibilidad. Hace tiempo.



SÁBADO. Un millón de nuevos pobres en España. El otro virus. Que se extiende con la misma voracidad. Pero de forma sibilina. Hasta que vuelvo a mirar por la ventana a la hora en la que los empleados del supermercado retiran los productos caducados. Ya no es una mujer la que espera junto a los cubos de basura, sentada en un banco, como si nada, hasta que se deposita la mercancía. Hay tres personas más. “Pobreza vergonzante”, escucho decir a alguien. Y no sé refiere al disimulo de quien aguarda para no ser estigmatizado. O al que mira de lejos, sin mover un dedo y protegido por su cristalera.

DOMINGO. Día de Todos los Santos. La palabra ‘perfección’ como referencia aspiracional no sé si funciona hoy. Lo perfecto como lo estandarizado. Como aquello que encaja en un canon de belleza. O en unas medidas ajustadas. No solo de pantalón, sino de cuadriculado pensamiento o comportamiento. La perfección como aquello que no tiene mancha. Impoluto. Riesgo de identificar la santidad con el inmovilismo que no genere una rozadura, que no desgaste el cuello de la camisa. “No veamos la santidad como sinónimo de perfección, sino de felicidad”. “Nadie tiene la exclusiva de la santidad”. Sugerencias de Luzvino. La cosa cambia. Y mucho.

LUNES. Fieles Difuntos. Cementerio. Sobre las cinco de la tarde. Casi vacío. Me pregunto si la pandemia habrá frenado la asistencia. Si la memoria también se ha quedado confinada. Atrapada entre cuatro paredes. Los cubos a medio llenar de los puestos de flores hablan de una venta interesante.

MARTES. Se filtra un documento vaticano enviado a las nunciaturas para que les cuenten a los obispos que lo que expresó no es lo que se comentó luego. Que lo que dijo es lo que dijo pero sin decir más de lo que dijo. Algo falla cuando primero se silencia y luego se intenta poner parches comunicativos. Sobre todo, cuando el que dijo lo que dijo, precisamente, no necesita ni traductores ni notas al pie. Digan lo que digan.

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