Adjetivos para la muerte de una mujer


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De los crímenes contra las mujeres se dice que son aterradores, escalofriantes, crueles, demenciales, cobardes, conmovedores, asqueantes e indignantes. Son adjetivos que hacen parte del arsenal verbal de los periodistas y mentalmente los he repasado para lograr una expresión de mis sentimientos ante las cifras publicadas por cuatro ONG que emprendieron una investigación sobre el fenómeno. Al final creo tener el adjetivo que expresa mis sentimientos ante ese hecho que tan fríamente describen las cifras: es un sentimiento de vergüenza que me lleva a preguntar: ¿qué clase de sociedad es la que produce hechos tan vergonzosos?

Es demasiado fácil la respuesta que señala el machismo como causa.
Es cierto, el predominio y soberanía del hombre, hace parte de la cultura nacional, y las mujeres en el hogar se encargan de fomentar esa tara cultural. Hay crímenes contra las mujeres, que se cometen porque son mujeres o porque no parieron varones; el mito del apellido para preservar, hace ver como desgracia la llegada de la mujer, porque ella no transmite el apellido familiar en primer lugar sino subordinado al del varón de otra familia.
Pero todo esto, ¿de dónde viene? Por qué tienen que ser así las cosas? ¿Por qué ha prosperado la idea de que es el hombre quien debe poseer los bienes familiares? ¿Por qué en él se tiene que concentrar todo el poder? ¿Carece de talento la mujer para manejar los bienes? El presupuesto es absurdo y contraevidente, pero funciona.
¿Les pasa a las mujeres lo mismo que a los primitivos habitantes de América que, por ser distintos, provocaron dudas en los conquistadores. ¿Son humanos? Aún se recuerda como una humorada que un Papa convocó asesores y desempolvó volúmenes para responder la pregunta:
Si la mujer es diferente, ¿por tanto debe ser inferior? Es otro absurdo incorporado a la cultura machista, de donde resultan comportamientos de dominación sobre ellas y la convicción de que ellas, por serlo son propiedad del hombre.
¿Son estas todas las razones por las que ha aumentado escandalosamente la violencia contra la mujer?
Allí no están todas las razones. La religión hace parte de nuestra cultura y cuando ha sido reticente o indiferente frente  al desconocimiento de los derechos humanos de la mujer, ha dejado intactas las raíces de un mal. La idea de la mujer como ser inferior, como servidora del hombre, -por no decir que esclava o súbdita-; o como fuente de pecado cuando lo religioso se asocia con el terror del sexo; o como institucionalmente subordinada dentro de las estructuras de la Iglesia. Todo esto hace parte de una cultura que explica en parte la violencia contra la mujer.
Agréguenle ustedes la influencia cultural de los medios de comunicación, que sin medir las consecuencias, la han transformado en objeto: reinados de belleza, las promociones publicitarias, los  argumentos de películas y de telenovelas, las canciones que giran alrededor del tema de la mujer objeto, que las normas para que sea un objeto deseable, o que enseñan prácticas de conquista y posesión…
Sumo todos estos elementos y frente a ellos alineo las defensas posibles contra esas influencias, presiones y prácticas, y el resultado es desalentador. Leyes y normas de las Naciones Unidas y de los códigos, reunidas en la Iniciativa Estatutaria con que ha respondido el presidente Santos a las mujeres en su día el 8 de marzo. Un bienintencionado intento, pero incompleto. “¿Para qué las leyes sin las costumbres?”, preguntaba irónico el poeta latino Horacio.
Aún si se observa el porcentaje de igualdad de las mujeres en los cargos públicos o una hipotética igualdad en salarios, serían unas incompletas soluciones.
La solución debe buscarse a mayor profundidad. Tiene que ver con el sentido del otro, sea hombre o mujer; abarca el sentido de dignidad de todas las personas, involucra no solo a los hombres, potenciales victimarios, también a las víctimas y aquí ya estamos hablando de la formación de conciencias.
Porque la solución también abarca la pastoral educativa y la misma predicación alrededor de la figura de María y de la significación evangélica de la mujer.
Sí, los crímenes contra la mujer producen rabia y vergüenza, sobre todo, cuando se entiende que son el resultado de muchas pasividades y omisiones de los que señalan, condenándolos, a los malos. Habría que comenzar por hablar de responsabilidades en primera persona. VNC