Ya renacidos

Ana Dignoes, Hija de la Caridad

Ana Dignoes, Hija de la CaridadANA DIGNOES | Hija de la Caridad

Juntos, como Pueblo de Dios, nos inclinamos estos días ante el pesebre para venerar asombrados el misterio del amor sin límites. Gloria, resplandor, silencio y una humildad cautivadora, que nos coge por dentro y nos enamora. ¡Oh cauterio suave! ¡Oh regalada llaga! cantaba fray Juan de la Cruz, queriendo expresar la llama que le ardía por dentro. Y es que no en balde “fuimos renacidos” del agua y del Espíritu. Sobre nosotros se abrió un día también el cielo y fuimos hechos hijos en el Hijo, fuimos ungidos en la fuente del mayor consuelo.

En este santo tiempo, recuperamos nuestro original latido y gustamos de esa fuente que mana y corre, aunque es de noche. El encuentro contemplativo con la Palabra, en el que estos días estamos todos inmersos, nos deja listos para iniciar una nueva andadura. La fragancia de la presencia de Jesús entre nosotros nos lanza a atrevernos a encontrar nuevos signos, nuevos símbolos, una nueva carne para transmitir esa Palabra (EG 167).

Nadie nos preguntó si queríamos venir al mundo y nacer en él, la vida se nos dio y nosotros vamos madurando en una actitud libre con respecto a ella, acogiéndola como don y llenándonos de gratitud. El nacimiento a la nueva vida también nos fue dado: ya ha acontecido. ¿Por qué, pues, no terminamos de creérnoslo y de vivir desde esa irrefutable novedad? Optemos libre y firmemente por confiar en la filiación que nos constituye. Optemos por consentir a esa vida nueva que llevamos dentro y por dejar que resplandezca a través de nosotros. Esa opción nos llevará a tomar, agradecidos, nuestra fragilidad entre las manos y a salir por los caminos, convencidos de que somos vocación para el milagro y no para la producción.

Nuestra diaconía será ingeniosa y emprendedora, llegaremos a lugares inéditos y no temeremos arriesgar lo que haga falta. Seamos fieles a este camino luminoso de vida y sabiduría que se inició en Belén de Judea. ¡Transparentemos la originalidad del esplendor evangélico que habita en nosotros!

Publicado en el número 3.017 de Vida Nueva. Ver sumario

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