El miedo a los seminarios vacíos

(Juan Rubio) Vuelve el Día del Seminario y, con él, las estadísticas que suben para unos, mientras que para otros, bajan. Horror al seminario vacío. Angustia cuando crece la media de edad del clero diocesano. En España, supera los 65 años. Auténtico pánico cuando los obispos comienzan a hacer nombramientos y tienen que llenar huecos. Tienen derecho a soñar. Han de ser las niñas de sus ojos, pero no ven la forma de salir del atolladero, acentuando la pastoral vocacional en los planes diocesanos. En algunos, entreguismo a los nuevos movimientos. Los seminaristas del Redemptoris Mater son ya casi el 18 por ciento del total de los seminaristas españoles.

Los jóvenes hoy se plantean poco ser curas, necesitan subidones fuertes. Cuando lo hacen, son realmente ejemplares. Nervio joven y bien preparado. Aquellos años 40, 50 y 60 eran otra cosa. Llegaron las fugas; arreciaron los temporales y la crisis de vocaciones se instaló de forma preocupante en la Iglesia. Empezó a interesar el número; a veces se abandonaba la calidad en favor de la cantidad. Ahora se lamentan en la Congregación para el Clero de Roma. ¡Nos hemos pasado! No se armaron bien las parihuelas del paso y a los aspirantes no se les forjó suficientemente en la madurez humana, intelectual, espiritual y social. De aquellos polvos, estos lodos. Curas en vaqueros, bebiendo el vino en la taberna, ropas desaliñadas, atentos a las necesidades sociales, desocupados del culto.

Ley del péndulo. Toca lo contrario. La moda y las puntillas de los roquetes, casulla de última moda, piedad exagerada, jóvenes en alcanfor. ¿Qué está pasando? Ocupa y preocupa. ¿Todo vale? No vale todo. Me lo decía un padre espiritual: “Nos estamos acostumbrando a pájaro que vuela, a la cazuela”. No puede ser. Un mayor y delicado discernimiento que evite desafueros, que haga fuertes las vocaciones.

No se puede aislar al seminarista. Los seminarios no pueden ser oasis. Tampoco colegios mayores. En algunos lugares se empieza a hablar del seminario menor. Hay prelados que lo han instituido; otros no lo ven claro. En España, son una treintena las diócesis que no lo ven necesario. Otros solo tienen un seminarista en el menor. Hay, por contra, quienes parecen haber hallado el camino: Córdoba, Getafe, Santiago, Zamora. Estadísticas cantan y los números de seminaristas mayores, pese a un ligero repunte, auguran un futuro desalentador. En los seminarios españoles, durante el presente curso, hay un total de 1.227 aspirantes. De ellos, 245 son nuevos. En 2010 se ordenaron 162.

No todos los llamados son elegidos. Conformismo evangélico. Míticas diócesis como Salamanca tienen dos aspirantes. En el País Vasco no llegan a la veintena. En Cataluña, tienen poco más de un centenar. Barcelona, solo 26, y Tarrasa, 42. En Andalucía, la palma se la lleva Sevilla, después Córdoba, Cádiz y Almería. El resto no llega a la veintena. En Levante, Valencia sigue siendo numerosa, y en Galicia se mantiene la tónica de la quincena como media, excepto Santiago. Madrid, con la matriz y sufragáneas, 200 seminaristas. Las diócesis castellanas, extremeñas y manchegas mantienen la tónica a la baja, a excepción de la mítica Toledo, con 79. En Aragón, prima Zaragoza, y en Barbastro no hay ningún seminarista. Los castrenses cuentan con una docena.

En el 2.745 de Vida Nueva.

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