Catalunya mira a sus “arrels” cristianas

(Juan Rubio)

La visita de Benedicto XVI a Barcelona el próximo mes de noviembre coincidirá con momentos cruciales en la vida de Cataluña. La sentencia sobre el Estatut y el horizonte electoral están marcando un ritmo en la vida sociopolítica de la vieja “Marca Hispana” que ha elevado el nivel de preocupación. Un momento que coincide con el 25º aniversario de uno de los documentos claves de la Iglesia en aquellos lares: Arrels cristianes de Catalunya.

El Papa va a encontrarse con una Iglesia que navega en momentos difíciles y que está urgida a buscar, en sus raíces, algunas de las claves que le ayuden a responder a las estadísticas de secularismo que asoman preocupantemente.

Un buen amigo, catalán él en Madrid, me decía que lo religioso en Cataluña está presente como uno de esos vaporizadores que se instalan en las terrazas de verano para refrescar el ambiente. Es más sociológico que otra cosa y ha perdido el vigor de los años del posconcilio. Habrá, pues, que buscar las raíces, como decían los prelados y como repite Francesc Torralba en su blog alojado en el portal digital www.catalunyareligio.cat : “Las raíces del árbol no se ven a simple vista, pero son lo que lo sostienen y soportan en caso de vientos. En momentos de incertidumbre hay que produndizar en ellas y expresarlas sin temor ni complejos”.

La Conferencia Episcopal Tarraconense ha celebrado en julio un sesión ordinaria mostrando su preocupación por la situación actual de Cataluña e invitando al diálogo y el entendimiento. Parten de una premisa: no les corresponde promover una solución política sobre la manera de organizar la sociedad y están dispuestos a “colaborar para que se respeten y reconozcan la dignidad y derechos fundamentales de los pueblos”. Y todo en la misma línea del documento aludido. En la misma tónica de siempre, los pastores de aquellas Iglesias se sienten urgidos por la mutua independencia y la sana colaboración, no lograda, por cierto, en el resto del país, y que sigue la línea de los grandes prelados, Jubany, Pont i Gol, Masnou, Torrella y Carrera, junto a tantos otros que, apoyados desde Roma, lideraron una transición importante en la Iglesia catalana. Ha pasado el tiempo, y hoy la Iglesia sigue sirviendo de puente, abriéndose a la nueva realidad catalana inmersa en un proceso de globalización económica y cultural que afecta al desarrollo material y espiritual de todos los pueblos.

El Papa viene a confirmar una vieja fe que necesita seguir siendo oferta. Se corre el peligro de extrapolar los problemas que se viven en la Iglesia española: división, dogmatismo, excesivo ritmo monocorde, identificación política, añoranza y un cierto miedo al desafío, anclado en viejas fórmulas, algunas ya obsoletas. Falta audacia. Una Iglesia más combativa que propositiva. En Cataluña, los obispos escenifican menos la división, aunque la haya y han logrado estar en el debate público con voz propia e independiente.

La prueba está en el símbolo religioso que representa Montserrat. Allí hay un microcosmos eclesial, cultural y social que ha servido y sirve de plataforma catalizadora. No es el momento de echar tierra a tanto esfuerzo, pero sí de revisar las raíces y, sin sacralizarlas, sacarles todo el jugo que ayude a construir juntos lo mejor. ¿Por qué no aceptar la lección catalana?

director.vidanueva@ppc-editorial.com

En el nº 2.718 de Vida Nueva.

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