Amistad con los límites

Pablo d'Ors, sacerdote y escritorPABLO d’ORS | Sacerdote y escritor

“Lo más habitual es que empecemos escuchando a los demás, pero que, al poco, desconectemos…”.

Escuchar no es fácil, porque supone olvidarse de uno mismo. Muchos no logran escuchar jamás, es decir, que ni por un segundo se olvidan de sí mismos. Pero no es frecuente. Lo más habitual es que empecemos escuchando a los demás, pero que, al poco, desconectemos y volvamos a nosotros mismos. Me pregunto qué hacer ante este límite, tan habitual.

Tus propios límites, sean cuales sean, son tus posibilidades y tus amigos. Puedes luchar contra tus límites, pero es mucho más razonable hacerte su amigo. ¿Y cómo se hace uno amigo de algo que le incomoda?

Primero, descubriendo lo que ese límite trae de bueno consigo. Porque no hay nada tan malo como para no comportar algún bien. Segundo, agradeciéndolo. Quien agradece algo acaba por amarlo. Tercero, descubriendo que ese límite, por grave que sea, nunca toca lo esencial de tu persona, con lo que en última instancia no pasa de ser un accidente. Y cuarto y más difícil, aceptando que el mal –o la sombra– tiene sus derechos; y que, si está ahí, es porque puede estar.

La diferencia entre Dios y nosotros es que nosotros no toleramos el mal y Él sí. A nosotros nos parece que el mal no debería existir; Él permite su existencia. Dios sabe que hasta el peor de los males contribuye finalmente al bien, pero nuestra vista es mucho más corta y eso no lo vemos. No hay ninguna sombra que Dios no pueda utilizar como ocasión para la luz. Saber esto, saberlo de verdad, nos ahorraría muchos sufrimientos innecesarios.

En el nº 2.889 de Vida Nueva

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