Tras inaugurarse el lunes 30 junio, este jueves 3 de julio se clausura la IV Conferencia Internacional sobre Financiación para el Desarrollo de la Organización de Naciones Unidas (ONU), que se ha celebrado en Sevilla. Diez años después de la última cumbre sobre esta cuestión, en unas horas se cierra una cita que ha involucrado a 200 delegaciones nacionales (incluidos 70 jefes de Estado o de Gobierno) y a 12.000 representantes de 300 entidades sociales. Entre ellas, muchas de carácter eclesial y que, de un modo especial, han pedido “condonar las deudas de los países que nunca podrán saldarlas”.
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Sondeando estas horas a distintos representantes de las organizaciones eclesiales, como la plataforma Enlázate por la Justicia (que integra a Cáritas, CONFER, Justicia y Paz, Manos Unidas y REDES) o La Economía de Francisco, el balance es “positivo” y se articula en varias ideas clave. Así, la primera es que “se ha plasmado la unidad de la Iglesia en España”, como se puso de manifiesto en el comunicado conjunto que, antes de la cumbre, publicaron las dos entidades citadas, la Conferencia Episcopal, el Arzobispado de Sevilla y la Universidad Loyola.
Otro aspecto es que “estamos unidos a la Iglesia universal y al Papa en el clamor para que se cancele la deuda de los países empobrecidos durante el Jubileo”. Además, “se toma como referencia el informe jubilar que Francisco encargó a 30 economistas de reconocido prestigio internacional” y que, presentado de cara al encuentro de Sevilla, “será nuestra guía en todo lo que queda del año, incluida la próxima COP climática”.
Y es que, entre sus numerosas demandas para avanzar hacia una “economía con alma” a partir de “reformas estructurales”, figura la cancelación de la “deuda climática” de los países más ricos hacia los más abajados.
Fuerte desequilibrio
Todo en base a un argumento de peso que, ante la cumbre hispalense, ofreció el Dicasterio para el Desarrollo Humano Integral: “Las poblaciones que menos han contribuido a originar la crisis climática son las que sufren las consecuencias más graves”. Lo que muestra este dato: “Casi el 80% de las emisiones históricas acumuladas procedentes de combustibles fósiles (…) provienen de los países del G20, siendo las mayores contribuciones de China, Estados Unidos y la Unión Europea, mientras que los países menos desarrollados han contribuido con un 4%”.
Tal “desequilibrio” refleja cómo “los países en vías de desarrollo poseen, en relación con los países más industrializados, un verdadero crédito ecológico que debería compensar, al menos en parte, la deuda financiera que soportan”.
Otro punto clave en el balance eclesial es que “el multilateralismo que encarna la ONU sigue siendo un signo de esperanza en el momento actual de polarización, extremismos y guerras”. En ese sentido, “es una vergüenza que España solo dedique el 0,24% de su PIB a la Ayuda al Desarrollo. Estamos aún muy lejos del 0,7% al que se comprometió toda la comunidad internacional en 1970… Hoy, 55 años después, solo cuatro países han cumplido con ese compromiso. Y, en cambio, nuestro país y los de nuestro entorno están debatiendo si llegan al 2% o al 5% para el rearme militar… Es un escándalo”.
Un último sentimiento es de crítica, pues “en general se percibe que, en esta conferencia internacional, no se ha contado con la voz de las entidades civiles. Muchas de Iglesia han ido de su mano, estos días y en todos los meses previos de trabajo, y observa lo mismo: no se nos escucha”. Lo que ha desembocado en una impactante imagen esta mañana, con cientos de personas protestando a las puertas de la cumbre.