Del 30 junio al 3 de julio, Sevilla acoge la IV Conferencia Internacional sobre Financiación para el Desarrollo de la ONU. Un encuentro que hacía diez años que no se producía y cuya preparación, durante meses, ha involucrado, además de a las delegaciones nacionales participantes, a todo tipo de entidades sociales. Entre ellas, muchas de carácter eclesial y que han trabajado de un modo especial en un aspecto clave: reclamar que se dé el paso de “condonar las deudas de los países que nunca podrán saldarlas”.
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De hecho, unas semanas antes de que tuviera lugar la cumbre, así se pidió por parte de la Iglesia española en un comunicado conjunto que firmaron la Conferencia Episcopal (a través de los departamentos de Pastoral Social y Promoción Humana, Acción Caritativa y Social y Ecología Integral); el Arzobispado de Sevilla; la plataforma Enlázate por la Justicia (que integra a Cáritas, CONFER, Justicia y Paz, Manos Unidas y REDES); la delegación española del movimiento La Economía de Francisco y la Universidad Loyola.
Una crisis insostenible
Como se recogía en su mensaje, urge “la necesidad de trabajar por la justicia y por reformas financieras transformadoras que permitan ayudar a las poblaciones empobrecidas y agobiadas por una crisis de deuda insostenible”.
Además de tan importante texto conjunto, desde el 25 de junio al 2 de julio, todas esas organizaciones católicas han organizado una serie de eventos especiales para concienciar a los participantes en la cumbre y a la propia ciudadanía. Así, hay mesas redondas y vigilias, pero también se participará, junto a la sociedad civil, en una gran marcha por las calles de Sevilla en la víspera de que se iniciara el encuentro de la ONU.
En este sentido, ayer, 26 de junio, se vivió una jornada muy importante, con un coloquio, un círculo del silencio y una vigilia. En cuanto a la primera, organizada por la Archidiócesis de Sevilla, la Fundación Cajasol acogió una mesa redonda sobre ‘Justicia y dignidad: Jubileo de la esperanza y financiación para el desarrollo’. En la misma participaron Ramón Valdivia, obispo auxiliar de Sevilla; Mariano Pérez de Ayala, el exdirector de Cáritas Diocesana de Sevilla; María Luz Ortega, profesora de la Universidad Loyola; y Ligia Gómez, nicaragüense exiliada en España que es doctora en Economía.
Criterios paternalistas
Como recoge en una nota la Archidiócesis de Sevilla, Valdivia defendió que “este cambio de paradigma que se establece en las balanzas comerciales entre el Norte y el Sur no debiera de partir de criterios paternalistas, sino de la necesidad de corregir injusticias estructurales y superar modelos de desarrollo insostenibles”.
En este sentido, se trabaja por “la constitución de una nueva alianza para implementar principios de la Doctrina Social de la Iglesia tales como la promoción, el compartir, el bien común, la responsabilidad que comportan los modelos de vida, la justicia social, la solidaridad, la subsidiariedad y, sobre todo, la equidad intergeneracional y el cuidado de la creación”.
Ortega llamó a “corregir las injusticias estructurales ante una deuda económica difícil de cuantificar”. Y es que esta “está limitando las perspectivas de desarrollo de muchas economías en desarrollo”. De hecho, “dos mil millones de mujeres y niñas carecen de protección social. El 94 % de las naciones con préstamos del Banco Mundial y el FMI han reducido las inversiones en educación pública, salud y protección social desde 2022”.
Juan XXIII y Pablo VI
Pérez de Ayala defendió la aportación del papa Juan XXIII, con quien, a partir de su encíclica ‘Pacem in Terris’. “la reflexión única y exclusivamente eurocéntrica de ese momento empezó a incorporar una reflexión global y planetaria sobre los problemas sociales de la humanidad”. Del mismo modo que fue audaz la ‘Populorum Progressio’ de Pablo VI, “un documento profético en el que se pone de relieve que las desigualdades sociales son un obstáculo para la paz mundial”.
En ese sentido, “el desarrollo no es solo económico, sino que abarca todas las dimensiones del ser humano”. Por lo que urge “una conversión personal y comunitaria” que alumbre “una nueva cultura para entender las relaciones humanas e internacionales”. Así, “no se nos puede olvidar que, de acuerdo a la Doctrina Social de la Iglesia, los bienes de la tierra han sido creados para el disfrute de todos los seres humanos. La economía está al servicio de todo ser humano”.
Gómez dio su testimonio personal, siendo su país, por desgracias, un claro ejemplo de cómo un Gobierno que no mira por el bien común conduce a “la marginación, la persecución de los valores democráticos, el exilio y la expatriación de miles de personas”.
Crear conciencia
Tras el coloquio, la Delegación Diocesana de Migraciones celebró un Círculo de Silencio en la Plaza Nueva de Sevilla, bajo el lema ‘Por una economía que ponga la vida en el centro’. Como expresó el sacerdote Salvador Diánez, delegado de Migraciones, el importante encuentro internacional que alberga estos días su ciudad debe ayudar a “crear conciencia y denunciar las situaciones de injusticia que sufren personas migrantes y refugiadas, promoviendo la reflexión y la interpelación a la sociedad sobre estas problemáticas”. Todo con el fin de “fomentar una cultura de acogida, solidaridad y respeto hacia este colectivo vulnerable”.
El último gran acto fue una vigilia celebrada en la catedral por el arzobispo hispalense, José Ángel Saiz Meneses. Convocada para “pedir por los frutos” de la cumbre de la ONU, el prelado intervino para recordar que “el Concilio Vaticano II, en la constitución pastoral ‘Gaudium et spes’, ya advertía que el orden económico debía estar al servicio del hombre y no al contrario”.
Luego, en 1967, en su encíclica ‘Populorum Progressio’, Montini “denunció que el subdesarrollo no es un simple retraso técnico, sino una injusticia institucionalizada”. En consecuencia, “la riqueza acumulada, fruto a menudo de procesos históricos de explotación, contrasta escandalosamente con la miseria de regiones enteras de nuestro mundo”.
Un profundo vínculo
Veinte años después, sería san Juan Pablo II el que, en su encíclica ‘Sollicitudo Rei Socialis’, “vinculó directamente el problema de la deuda con los mecanismos de dominación estructural”. Hasta el punto de afirmar lo siguiente: “No se puede silenciar aquí el profundo vínculo que existe entre este problema y la cuestión del desarrollo de los pueblos”.
Lo que llevó a Saiz Meneses a clamar que “las estructuras económicas que perpetúan la miseria no son moralmente neutras”. Por el contrario, como ratificara Wojtyla en la exhortación apostólica ‘Reconciliatio et Paenitentia’, “constituyen un auténtico ‘pecado social’”, ya que “niegan la fraternidad universal y la dignidad humana”.
Vigilia de Oración en la Catedral de #Sevilla por los frutos de la IV Conferencia Internacional de la ONU.
El Concilio Vaticano II, en la constitución pastoral Gaudium et Spes ya advertía que el orden económico debía estar al servicio del hombre y no al contrario: el orden… pic.twitter.com/Wv5hbjZTPi
— José Ángel Saiz Meneses (@ArzobispoSaiz) June 26, 2025
Para el prelado sevillano, “es en este contexto donde el Jubileo que estamos celebrando durante este año adquiere una fuerza profética: la condonación de la deuda, demandada por el papa Francisco en su bula de convocatoria, es un gesto de caridad y un acto de justicia reparadora”.
Lógicas deshumanizantes
Algo que ya alumbró Benedicto XVI, quien, “en continuidad con sus predecesores, denunció también las lógicas deshumanizantes del sistema económico mundial. En su encíclica ‘Caritas in Veritate’ (2009), advirtió que la lógica de maximización del beneficio y del cortoplacismo financiero han dejado de lado la centralidad de la persona”. Por ello, “el desarrollo es imposible sin hombres rectos, sin operadores económicos y agentes políticos que sientan fuertemente en su conciencia la llamada al bien común”.
El propio Bergoglio, en su encíclica ‘Fratelli tutti’, de 2020, “declaró con contundencia que la política no debe someterse a la economía, y esta no debe someterse al paradigma eficientista de la tecnocracia. La deuda, cuando destruye vidas humanas, cuando impide el desarrollo sostenible y condena a la miseria a millones, no puede justificarse”. Cuando ello sucede, “esta economía mata”.
Fotos: Archidiócesis de Sevilla.