Sergio Pérez de Arce: “Necesitamos buenos procesos evangelizadores”

Arzobispo electo de Concepción (Chile)

Tenía 56 años cuando Francisco lo nombró obispo de Chillán y al año siguiente fue elegido secretario general de la Conferencia Episcopal de Chile, un hecho insólito dada su breve antigüedad episcopal. Ahora, a los 60 años, es designado arzobispo de Concepción, la segunda jurisdicción eclesiástica más grande del país. Sergio Pérez de Arce ingresó en la Congregación de los Sagrados Corazones en 1982 y fue ordenado sacerdote en diciembre de 1990, en Valparaíso. Es licenciado en Teología por la Pontificia Universidad Católica de Chile, fue superior provincial de su congregación y presidente de la Conferencia de Religiosos y Religiosas de Chile (CONFERRE).



PREGUNTA.- ¿Sorprendido por este nuevo nombramiento?

RESPUESTA.- Siempre sorprende un nombramiento de este tipo, por más que alguien te advierta que tu nombre suena por ahí. Sorprende por la confianza que se deposita en ti y también por la responsabilidad que hay que asumir. Nunca estuvo ni en mis planes ni en mi imaginación ser arzobispo de Concepción. Así que, a confiarse en el Señor, disponible para los caminos por los que Él te va llevando.

P.- ¿Qué valora de su experiencia en Chillán?

R.- Muchas cosas. Conocer una realidad rural para mí casi desconocida, donde se expresa una fe sencilla y auténtica, y donde nos encontramos con mucha gente generosa: sacerdotes, religiosas, laicos. Una Iglesia viva en sus comunidades, a pesar de las limitaciones, y con una buena identidad diocesana: la gran mayoría de las convocatorias y acciones de la Iglesia local tienen buena respuesta de las parroquias y de sus responsables, de verdad creo que caminamos juntos. Y también una Iglesia que ha sabido levantarse de sus sufrimientos, porque hubo en los últimos años varias situaciones de escándalo, que se enfrentaron y de las que la comunidad ha aprendido.

P.- ¿Cuáles son los principales desafíos pastorales en la Iglesia chilena hoy?

R.- Para mí lo clave es proponer la fe a las personas, hacer buenos procesos evangelizadores, catequéticos. Nuestras comunidades están envejecidas, con gente muy buena y fiel, pero mayoritariamente de tercera edad. Y tenemos que ayudar a que el Señor llame a nuevos discípulos entre gente más joven, en edad intermedia, que haya familias que acojan el Evangelio y lo transmitan a sus hijos. Sin esto, todo lo demás queda un poquito en el aire. Por eso, lo más importante es lo que se hace en las comunidades, en las parroquias. Sobre esto, hay otras cosas, tales como seguir creciendo en relaciones más evangélicas, tener una voz como Iglesia en medio de la realidad social, no olvidar nunca de estar en medio y junto a los más pobres y frágiles. Pero todo parte por lo de siempre: evangelizar.

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